HUMEDALES

A Leonora Carrington en homenaje post mortem; y por supuesto, a mi amiga, más que amiga.


Porque nos encaminamos a la ciudad de los hombres poetas.
Por qué no nos encaminamos a la ciudad de los hombres, poetas.
Vamos, que las luces ya se han encendido
y las palabras no lucen ya simplemente yertas.
Vayamos, adonde los hombres se alimentan de palabras;
adonde las palabras se nutren de amores
de humanidad de hombres
y sacian sed de hombre
con verbales humedades.

Dejemos atrás las sequedades,
los vacuos silencios de viejas edades,
pintemos
soñemos
con hacernos aves
y apresar de la libertad los potenciales
sin metáforas ni puntuaciones
que beban de la lágrima los ayes
o rieguen con mareas de olvido
los manglares
que hacen barrera natural
de pieles ancestrales.

Rompiendo la rima cacofónica, estridente,
acallemos los pasos hacia la futura democracia
incipiente forma de entrega solidaria
entre pares que no son iguales
para iguales que no hacen matemática sucesión de pares

Hagamos equidistante la gracia
del pincel y del lápiz
entremos al templo de la palabra
y desde ahí oremos por un Minotauro
que algunos hemos dado en llamar hombre
aún a pesar de su triste y surreal... läcia
descendencia.

Convoquemos a los labios y a los cabellos,
preguntémosles lo que sueñan cuando andan,
sometamos a entrevistas a las esferas
y extraigamos de ellas la cruda esencia
de lo que hemos creído ser
en el verbo y su concupiscencia
de colores como olores
de aromas como matices
de voces que hacen senderos
y caminos que atraviesan pechos.

Dejemos en la casa la flor
y pensando en una mar, solo una, 
donde tal amar tanto se atasca,
recuperemos los silencios perdidos
y, cosiéndolos al eco,
hagamos alharaca, recostando
la vista en el voluptuoso biombo.
Así, aferrados a su pecadora cintura,
con madera brea y lienzo
amemos en los humedales
pazcamos en los remediales brazos
del horizonte, dibujando una mujer
equis, pura,
con su senos y sus soles,
con su delta
de afluentes ansiosa 
que transporten
a la mar tanto y tan adentro
como sueño de mente hasta su centro,
en medio del fatal desprendimiento
sutura que huella desapego.

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