27 de septiembre de 2011
Echo mano al retrato de mujer
esculpida por el sol
y descubro la causa
por que puedo arder:
Talle de mujer
delineado
afán de las manos del deseo
de una pluma como esta
que esboza con sutileza
cada pieza
de la sensual y erótica armonía
de algo más que una silueta
recargada en mi cocotero.
piel lozana
prenda exacta, ajustada
a la imaginación ansiosa
del travieso viento;
ese viento que desliza
su invisible tacto
cual beso seductor
y baja desde tus labios
hacia tu cuello,
para regodearse al fin
en tu pecho palpitante
flor brotante de mi playa.
Playa blanca, contrastante
rima sin medida
belleza que se arrima, roja,
la fascinación de este amante
poeta dislocado entre las sombras
sobre un cuerpo incitante;
sombras que acarician
seno, vientre y depositan,
¡oh, mi bella Sulamita!
en tu cáliz el vino, rojo,
del instante.
Deja que mis ojos, aún distantes
sean los que revelen mi audaz arrojo,
sean los portadores del embeleso
que a mi alma causas.
Deja que mis palabras resultantes
hagan de este poema,
por principio,
el mejor de tus amantes.
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