29 de marzo de 2012
¡Sí, por eso sufre uno,
porque luego las musas
lo ponen a uno a dieta
de taaaaaantas cosas!
Siempre se inventan una.
Cuando no lo ponen al poeta
a dieta de Luna,
le acomodan régimen de besos
y así, entre flacos versos,
uno hace del deseo
acumulado
obsesivo
indigente anhelo.
Otras veces tienen la cruel idea
de someter la lengua atleta
al ejercicio del silencio
y de amor y de caricias y de sexo
trazan tortura de abstinencia
como si no fuera bastante
no poder gozar
más que de su virtual presencia.
Hambre hay, ay, en mi boca,
en el expediente de tu norma.
Y ya me mata esta sed
de ceñirme a tu forma.
¡Vano sacrificio!, esto de sumar,
restar, multiplicar y dividir
las calorías del flirteo
por motivo de un afán
de adelgazar la gana
esta insaciada gana
de comerte cada vez que te veo.
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