29 de marzo de 2013
(Incluido en mi poemario "Días de Guardar", en preparación)
Como Santo Tomás
hasta no verte,
hasta no tocarte,
creeré que estás aquí,
al lado mío.
Deberías estar amortajada
en alguna toalla,
ungida con mis besos,
recostada,
esperando en cruz tus brazos,
dispuesta por mí
en el sepulcro de nuestra cama.
¿Dónde estás, alma mía?
¿A qué cuerpo irredento
has entregado mi sustento?
¿A qué glorificado espacio
aparte de tus labios
redimireme sin resabios
de cada una de mis culpas?
¡Haz que se haga en mi levante!
¡Haz de mí firme miembro
redivivo, Lázaro de entre los muertos,
andando y dirigiendo
a tu seno cada uno de mis pasos!
Ya hube muerto por ti antes
y ascendido;
y aún ahora, en la hora, oras
para hacer de mis ansias
caricias insurrectas
deslizadas,¡ay, corazón!,
como sierpes de pecado
pretendiéndote,
tratando de impedirme
vivir por ti
sacrosanta resurrección.
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