VACUNADO DE CONCIENCIA



19/junio/2020

Aun desde antes de ninguna pandemia
o recesión
me he declarado
me he declarado socialmente muerto
por tercera vez en mi existir.
Y lo digo en serio. Así que, sí, no lo duden,
este que les escribe es reminiscencia,
fantasmal,
espectro que se aparece y desaparece en forma de letras,
sombra de unos ojos verdes nunca llegados,
de unos labios jamás besados
y cuya fe anidó con las golondrinas.
Huella, indicio de un hombre
que se ha hecho mausoleo de sí mismo para vivir
su soledad en solitario;
apenas distraído con el andar felino de las penas;
para convivir con otras soledades
que no han aprendido a soportarse a ellas mismas
en medio de las paredes invisibles de un mundo nada solidario
si no es de dientes para afuera
(como si las calaveras no supieran
lo que es la austeridad de la carne y de los sueños).
Remedo de viento,
de bruma;
caricia que se esfuma
al condensarse en el rocío deslizando la mejilla.
Poesía que de pronto deriva en rima. Grima
que halla calma
en el silencio del ruidoso follaje
que abre acaso un resquicio al ocaso
con un leve giro de solar perilla
añosa, en discusión con trinos, ululares
o guiños estelares y... voz, la de vos...
la que se trama entre la verde urdimbre cuando ama
y hace camino de baba sobre la verde lama.
Oscura llama que no clama,
ni cintila; que perfila sin embargo sempiterna sonrisa
en la negrura de la noche
embozada en su albornoz
de estridentista insistencia
de un imaginado y más
bien triste mañana sin mejor o peor ciencia.

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