AMOR EN RUINAS



15 de abril de 2011

Y sin embargo me da contento...

Hoy te he seguido, te he visto
en Teotihuacan,
abrazada a Él.
Ninguno presintió mi presencia.

Por la gracia de los ojos de Tonatiuh
acaricié tu piel,
con su lengua rodeé tu cuerpo,
abrasando tus anhelos
sin que se percatara Él.
¡Tal es la fuerza y el alcance
de este amor, amor mío!

Cada gota de tu sudor
se confundió con cada lágrima mía.
Desde lo alto de la pirámide solar
te vi sonreír y fui feliz.
Al pie del edificio lunar
le vi estrecharte y fui feliz.
Nadie que no ame de verdad,
sin celos, seguro de la prenda amada,
puede serlo ni aún convertido en metáfora.

El viento me permitió acariciarte,
colar mis sueños por tu cabellera,
refrescar tu memoria
trayendo los momentos
compartidos, aún a su pesar.
El agua con que enjugaste tus labios
no fue otra cosa más que mi beso,
tierno, apasionado beso,
de oriundo de esta tierra
listo al punto para lavar
cada ósculo de Él.

Llegué a ti, sin que me vieras,
en la forma de la sombra del árbol,
en el suave guiño de la nube.
En el camino de los muertos
te cruzaste conmigo
y me viste o creíste hacerlo
mas te negaste a creerlo.
No es paranoia lo que pasa
en tu cabeza ni la mía
acaso te acosa
como crees con obsesión,
es sólo que esta conexión
entrambos y aunque Él no quiera
la debemos quizás a Tezcatlipoca,
en cuyo profundo espejo,
esos ojos tuyos,
quedó grabado el reflejo
de cuando hundí mi pedernal,
filoso jade de esperanza,
para extraer tu corazón,
causa del ciclo de este amor.

Sol y tierra y tus pasos
sembraron hoy el sendero
del sacrificio de mi nostalgia.
Aun cuando el enojo me dicta
y la negación me corroe
con la idea enteca
de que no mereces este hondo sentir
que mi alma alberga
y a ti prodiga,
te veo de la mano de él
ilusionada y sin embargo
me da contento...

Estas ruinas que ves,
Martha, en Teotihuacan,
si he de ser franco,
son recordatorio de un pasado,
nuestro, compartido,
el lugar exacto
donde los dioses nos formaron
con la masa del maíz;
el sitio donde, como nosotros,
meticulosamente hornearon
la razón de tu existir;
donde insuflaron vida
a este corazón
que no ceja de ti.

Estas ruinas que ves,
Martha, estos versos,
si he de ser franco,
son despojos de los besos
negados a mi intención.
Solo,
provisionalmente,
esperaré la fecha
cuando habrá de arder
nuestro Fuego Nuevo,
nuestra segunda vida
donde hay islas como pirámides
y templos para los náufragos.
Soles que queman las piedras,
nubes que erosionan conciencias.

Ay, desde esta isla, Martha,
templo de mi solitaria poesía,
veo pasar los barcos
como quien mira,
en ruinas,
volar corazones ruiseñores
sobre la puntual carta
astral de nuestra Historia;
veo danzar a los concheros,
la vibración de los tambores
cimbra mis cimientos
y la aguda chirimía
insistente me canta que eres mía.

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