CALYPSO

A Martha Aguilar Dueñas
(Texto incluido en mi poemario Cocinando poesía.)


Llegué a ti en calidad de náufrago.
La marea del dolor me transportó,
siguiendo la corriente de la ausencia,
hasta la tersura de tu playa
y ahí, la caricia de tu aliento
secó la humedad de mi llanto vago.


Desorientado
abrí los ojos.
Ante ellos tü
verdor deslumbrante
iluminó mi esperanza
de haber descubierto
el instante que media
entre soledad y abundancia
de virginal territorio.


Más pronto que tarde
caí en cuenta que el tuyo,
era espacio vedado,
terreno ya de antes conquistado
por los sueños,
las memorias,
por las huellas de otros besos,
distantes abrazos,
vanas promesas,
abandonos, desamores
que hicieron sendero con sus pasos,
que hicieron de ti, mi cielo,
algo suyo.

Sin oportunidad
de dar marcha
atrás
finqué la ilusión
bajo la sombra de mi desconsuelo.
Y aún así fuiste hogar,
dulce cobijo
de este olvidado del tiempo.

Entre tus arenas tejí
la red de frases
conque pude alimentar
mis afanes.
Y desde ti construí,
frágiles castillos,
estas endebles naves
como versos
tristes mensajes encerrados
en botellas sueltas,
a la deriva,
sin más rumbo fijo sino
el que vi
caprichoso horizonte de mis anhelos.

De la mar tan generosa
las tormentas y la calma
llevaron la cuenta de los días.
Y fueron ellas,
tus tormentas y tus calmas,
lo que ancló mi alma
a tu ventura y así,
enterrado en mi cordura,
en tu cofre me encerró,
oh, fortuna,
para hacerme tü
tesoro ignoto,
devaneo corsario
para tu piratería.

Mujer isla - Charo Couder - artelista.com

Recorrí tus colinas
aferradas mis manos
a tu imaginería;
mi piel deslicé
hasta el fondo
de tus cuevas
ávido de llegar
al otro lado de tus formas,
necesitado de saber
si más allá de mar tan procelosa
habría un camino
para devolverme
al origen o si, por contra,
debía resignarme a hacer de ti
mi fabuloso destino
colmado de sensaciones nuevas...

¡Si seré cretino!
Creyéndote desierta,
me introduje en tu bosque;
hallé dentro de ti
tödö
un hábitat
de criaturas fantásticas,
posibilidades como flores,
alaridos, bufidos, chillidos,
estridencia ensordecedora
cacofónica
vegetación de silencios,
estrellas en las sombras,
umbrías miradas
que hacen de mi noche día
y de mi día tu alborada.
Ríos secretos...
algunos tan ominosos,
depredadores sin bandera,
que en el olvido ahora
ahogan, ocupan
mi adorada madriguera.


Llegué a ti
un día
sin pretender quedarme
y aún no me he ido.
Cautivado me tienes
a tu costa, para amarme,
Calypso mía;
para tï,  sola.

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