y tú, mi gracia, tomaste grácil tu camino.
Tocar tu piel me aproximó a lo divino.
No amarte, Martha, ya sería mi desgracia,
si sucumbiera a la tan tenaz suspicacia
con que la duda sembró tus miradas, mi sino.
Mi esperanza toma forma de alejandrino
y a tu nido vuela, golondrina, con audacia,
en el afán de cobijar con sus suaves alas
ese sueño tuyo que a la vez abrásame
apenas tu cabeza en el cojín instalas.
Martha, mi beso de ilusión captura. ¡Ámame!
Carne soy, al polvo iré. Y ya tú exhalas
mi fin, ¡anticipas! ¡Por ti tocado! ¡Sálvame!
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