A... una musa singular.
21-30 de diciembre de 2011
Toc toc... Mensajería.
Traigo un paquete
frágil,
palpitante.
¿Es aquí el remitente?
Me extravié al dar la vuelta
en la avenida de unos ojos verdes,
caí en un ombligo entre dos curvas,
y vengo muerto de sed.
¿Tendrá un poco de besos
para al menos remojar mis labios?
¿Sabe?, el final de un año se acerca
y sin embargo mi andar aún no termina,
debo entregar letras y letras
de una poesía sensible aunque terca,
empecinada en construir ensueños
en las frentes y los pechos
de mujeres dulces y prohibidas.
Ding dong... Mensajería.
Vengo a entregar un documento
y requiero que lo firme con sus labios,
es necesaria su huella dactilar
y basta una caricia para imprimir
sus silencios con forma de estos versos.
¿Sabe?, el final de un año está próximo
y sin embargo usted está tan lejana...
Queden estas líneas de moños sin atar
como mustias señas de una manera,
de una forma específica de admirar.
Sean palabras como las calladas
el regalo, pronto o tardío,
que Hermes habrá de entregar
a esa musa investida de mujer,
a esa mujer convertida en musa.
Y, si en el momento de la entrega,
se entrega, no será por hallarse difusa
a los ojos del que la rima restriega.
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