En ocasiones, cuando una mujer llama mi atención de tal manera que no puedo contener la vena literaria, el Mr. Hyde que habita en mí salta a la palestra, pluma en mano, dictando a la lengua el piropo, la estrofa o el poema justo y personal, exclusivo para entregarlo en la mano de la esporádica musa. Esto me ha sucedido en tantos sitios como bancos, la calle, restaurantes, y un largo etcétera que incluye por supuesto las modernas redes sociales. Y normalmente no reparo en el hecho de que puedan ir acompañadas, ser parte de un matrimonio o solteras, a menos que sea tan obvio y amenazante el "propietario" que opte por arrepentirme al saberme en falta involuntaria del décimo mandamiento.
El siguiente poema lo entregué alguna vez a una de esas musas efímeras. Sí, con afán de flirtear, haciendo el primer movimiento de la conquista y la seducción. Acompañé al poema con mis datos. Al fin, el no ya lo tiene uno asegurado, sea ella soltera o casada. Para mi fortuna, el poema cumplió su cometido a medias. La dama se sintió halagada, aun cuando en los tiempos que vivimos la sorpresa de recibir semejante audaz trato de un extraño no se hizo esperar, así como la consecuente reserva. La interfecta iba acompañada de un varón que resultó su cuñado y luego ella misma aclaró que estaba en pleno proceso de divorcio. La puerta se entreabrió, pero no sucedió nada más ni entonces ni días más tarde (ah, la historia de mi vida).
Semanas después, al lugar donde trabajo llegó una dama de extraordinaria guapura, de esas que Mr. Hyde no puede dejar pasar desapercibidas. Yendo yo de salida a una diligencia detuve de improviso mi paso y, recordando este texto, raudo lo arranqué de la libreta y lo entregué al nuevo sujeto de mi admiración, sin más apunte de por medio que esas palabras la ajustaban y que la agradecía haber introducido un rato el sol a la oficina. Nunca vi que fuera acompañada, por lo tanto no la supuse en relación alguna; pero tampoco mi intención esta vez llevó jiribilla de coquetería, sino fue una de esas tantas ocasiones que me da por regalar el producto de mi creatividad; por que sí, porque el solo hecho de ser mujer y bella me vale para brindarle el toro del momento, sin esperar la menor paga en contraste. Al volver de la calle, mi superior me llamó y pidió cerrara la puerta de su oficina. ¡Resulta que la dama se sintió airada y ofendida, según dijo mi jefa (quien probablemente se enteró no tanto por la dama, aunque eso argumentó, sino por interpósita persona que yo me sé). Como sea, de nuevo la estupidez humana, la mía y la de la mujer obtusa que propició a mi jefa hallarse en el papel de juez y parte (mujer al fin), me colocó, ¡otra vez! (ya me estoy acostumbrando), el milagrito de "acosador". O sea, ¡ya no puede uno ni mirar al viento, porque este vive ya en paranoia huracanada y al mínimo indicio arrasa con la reputación que encuentra!
¿O será que a la distancia, lo celos de la musa primera acabaron haciendo estragos? Y luego se preguntan dónde quedaron los caballeros, ¡si ellas mismas nos espantan!, a los que quedamos, con sus caprichos y su repulsa a los esfuerzos que, con ánimo, valor y miedo hacemos en el acto de la acrobacia sentimental que luego ellas miran con desdén, tachándolo de ridículo cuando no de anticuado.
DÓNDE
15 de enero de 2012
¿Dónde, quieres decirme,
dónde has estado
todos mis días?
Aclárame cuándo,
¿cuándo me volví tan ciego
y no supe más que adivinarte?
Por favor, cuánto, sabes
¿cuánto tiempo he esperado
por hallar mi Luna,
unos labios como los que el deseo
procura?
Tómame y guárdame
que al fin líneas en papel
puedo ser; empero, si quieres,
algo más puedo hacer.
Segundo capítulo, ocho meses después
La musa efímera descrita ¡hoy me llamó por teléfono a mi celular! En medio de un día nublado, andando por la calle con algo de chipi chipi, una llamada perdida. Marco. No la recuerdo bien, me da pistas, su nombre. Finalmente recuerdo todos los detalles. ¡Me buscó! Ahora tengo su celular. Tiene mi teléfono de casa (aunque sólo entran llamadas por causa de mi "exceso de pagos", que pronto hasta sin computadora me va a dejar; de nada servirá tener internet de nuevo). Mi celular falla, se cortan las llamadas. Es como si el destino se empeñara en impedirme la posibilidad de hallar a la mujer ideal. Fin del capítulo dos.
Luego de poder charlar largas horas y varias veces con Bertha vía telefónica, a pesar de mis cortes de línea, de mi falta de crédito, puedo decir que comenzamos a conocernos y en cierto modo a desearnos. No dijimos abiertamente cuánto nos gustábamos. A ella le encanta, mujer y musa al fin, que loen su belleza y leer las palabras exactas para encender su ánimo. Así, combiné las llamadas, no muy frecuentes, con una sentida y cuidada correspondencia.
Como ocurre con todas las historias, las de ficción como las reales, avanzan por episodios. En este caso, los episodios fueron escribiéndose uno a uno en la mente, en el ansia, preparando mediante cartas el momento anhelado del encuentro. Ella no respondía escribiendo, pero cada misiva la contestaba de inmediato con una llamada telefónica, agradecida, conmovida, sonriente, coqueta, incitando a decirle más y más.
Las relaciones humanas son sencillamente complejas, complicadamente simples. Basta una palabra para allanar el campo de la duda o para volverlo agreste.
Al fin, el encuentro ansiado se produjo. Nos citamos para cenar. Yo, sin auto, llegué a pie al sitio concertado. Esperé por ella largo rato. Me llamó por teléfono con intención de disculparse, de posponer o cancelar, pero la persuadí de alcanzarme, que aún no era tan tarde, que había tiempo. Argumentó que debía cambiarse, que no estaba presentable. Le dije que no me importaba, que como fuera me haría babear. "Pero quiero estar linda para ti", me dijo. "Pues arréglate ya, corre, yo aquí te espero. He aguardado tantos años, ¿qué pueden significar unos minutos más?". Pasó una hora. Cambié de mesa. Entonces entró al lugar. Iba ataviada con unos jeans ajustados y una blusa ombliguera escotada, cubierta con una breve chamarra chemise. Fue como si hubiera ingresado una talla en madera finamente esculpida. Su tez morena clara me semejó arcilla y mis manos se crisparon ansiosas por acariciarla. Su figura delineada, su breve talle, su cadera de fantasía me provocaron irremisiblemente una discreta erección. Nuestras pupilas se dilataron y las sonrisas nerviosas fueron la clara denuncia de lo que en nuestras mentes y cuerpos sucedía. Fue una cena deliciosa y larga. Charlamos de todo, ampliamos los temas no terminados al teléfono. Enfatizamos cuánto nos gustábamos física y espiritualmente. Nos confiamos nuevas cosas.
De tan prolongado que fue el encuentro, de pronto me sentí vulnerable no nada más ante y por ella. Yo llevaba mi computadora portátil y no era muy seguro salir a la calle en las primeras horas de la madrugada, así que me animé a solicitarle si podía acercarme a mi casa. Aun cuando mi economía entonces como ahora no era boyante, aparté una módica provisión para algún gasto extra como el taxi, por ejemplo, pero quería estar con ella hasta el último minuto. Era como si presintiera que sería el primer y el último encuentro. Ella accedió de muy buena gana. Cuando fue mi turno de entrar en su vehículo volteé a mirarla y, a causa de mis lentes, adopté una postura para enfocarla y admirar por entero su descomunal y apetecible hermosura, una hermosura que en el restaurante me hizo sentir orgulloso de estar con una mujer como ella a mi lado. Por una vez en mi vida fui la envidia de todos los varones alrededor. Por primera vez en mi vida estaba del otro lado de la barrera, ya no era el burdo, lascivo observador, sino el galardonado galán de la escena más soñada de seducción. Yo no sé qué ni cómo me vio, de repente se puso histérica, aceleró y manejó sin rumbo, su respiración agitada, pasando los topes sin cuidado. Yo preguntaba preocupado qué sucedía, supuse que una llamada previa en su celular la había puesto alerta, angustiada. Pregunté si la alteraba algo relacionado con sus hijos. Se puso peor. Luego se detuvo abruptamente en un sitio de taxis mucho más alejado de lo que yo hubiera querido. Tomo una bocanada de aire, se tranquilizó un poco y me explicó su sentir. Le acaricié el rostro con cautela y ternura. Había creído que quería abusar de ella. ¡Yo! ¡Jamás lo haría! Con ninguna. Abordé el taxi y me fui. Llegando a casa le hablé, preocupado por ella. Ella estaba apenada conmigo por causa del malentendido. Expliqué lo estrictamente necesario y, comprensivo de su personal historia, de sus antecedentes, ofrecí darle tiempo, distancia. Semanas más tarde...
Los días transcurrieron y el efecto de las palabras escritas fructificó en nuevas llamadas, pero yo, alertado por la situación vivida, con la reminiscencia de experiencias pasadas me calcé suelas de plomo y anduve el sendero con extrema prudencia, quizá demasiada, tanta que cualquiera podía aprovechar la ocasión.
Cierta vez que la llamé la encontré trastornada, deprimida. Mi llamada le sirvió de consuelo, pero para no variar la sombra cernida en el encuentro, el miedo y el azar hicieron su labor, mi celular se quedó sin crédito ni batería. De lo dicho nació la música a modo de irónico autoflagelo.
La prudencia... La prudencia... ¿Qué clase de planta es el afán que no tiene fecha ni temporada de riego o cosecha? Vivir y dejar vivir es una máxima sabia, pero también dolorosa cuando de conseguir una meta específica se trata. Sentir en las manos cómo las cosas y las personas se deslizan, cómo se van retirando como el cordel del pescador cediendo al peso y la fuerza del pez en el anzuelo es una sensación sólo equiparable a la impotencia de ser.
Un encuentro ansiado, esperando dar pie a una continuidad, se iba diluyendo poco a poco. Los pocos contactos telefónicos cambiaron el tono, se volvieron más intrascendentes, poco comprometidos aunque por parte de ella con promesas y tal vez de esos que hincan en el alma la odiosa incertidumbre. Los detalles y regalos de mi parte continuaron, con toda intención de no permitir que marchitara la posibilidad. Poemas viejos y nuevos venían al caso para expresar, para seducir...
Conquistar es una carrera de resistencia, pueden tenerse los pertrechos, las armas, las municiones precisas y aún así fracasar en el intento. Y eso así en la guerra como en el amor. No siendo ni soldado y sí en cambio un aprendiz de seductor y atolondrado, siguiendo los consejos leídos y escuchados a lo largo de años de inexperiencia, continué con constancia mi afán por hacerme presente, sin provocar un sentimiento de acoso pero tampoco de abandono.
Y llegó febrero, y cumplí 50 años que no celebré ni siquiera como soñaba. Amigos quisieron organizar tardíamente un agape cuando yo ya tenía planeado, dada mi circunstancia, resignarme a darme el abrazo y gritarme los ¡hurras! delante del espejo. Llegué a los 50 anhelando una compañía como la de Bertha, rodearme de los que consideraba si no míos por lo menos propios, en cambio me emborraché en solitario y reí y lloré como sólo los locos que habitan en colinas saben hacerlo, bañados en tinta derramada desde el papel de la poesía.
Pocos días después la llamé. Necesitaba escuchar la voz de la esperanza, que no del amor aún. Y más pronto de lo que tardé en marcar ella contestó: "Ay ya tengo pareja", una voz masculina se escuchó al fondo, airada, dispuesta a decirme el huevo y quien lo puso. "Te pido que le expliques que somos amigos", dijo ella y yo me rehusé. "Arregla tus asuntos primero" respondí y colgué. Al día siguiente ella me buscó al teléfono, pretendía que yo la ayudara a limar asperezas con su celoso ya no pretendiente sino elegido. Se quejó con resignada amargura que no imaginaba que se pusiera así, él tan lindo y caballero. "Yo no te convengo", adujo, "Me gusta tanto tu forma de ser y pensar... Me siento apenada contigo. Eres un hombre muy valioso", sí, pensé y tan valioso que ¿no te merezco? Tal vez tú no me mereces, concluí. "Decías que no querías tropezar con la misma piedra, que te cuidabas de no relacionarte con otro como aquel y, teniéndome como opción, a pesar de tus aseveraciones y tu nerviosismo respecto de mí, pudo más tu miedo y decidiste caminar por la senda que mejor conoces, la trazada por el vulgar patán pero seguramente viril, como si mi virilidad la hubieras degustado cuando nunca fue así", le dije palabras más o menos. "Arregla tus asuntos primero. Es tu responsabilidad, no mía. Yo no te quiero como amiga, me gustas y te quiero para construir una relación formal de amante, de pareja, de compañera. Pero ya decidiste, no tengo nada que hacer. Sólo te afirmo: conoces mis intenciones con claridad, cuando te definas y en dado caso que tu relación actual no funcione, si quieres darme una oportunidad, sabes cómo localizarme. Solo espero que para entonces no sea, para ti, demasiado tarde", rematé y colgué no sin antes prometer mantenerme en silencio y distante.
Cinco meses después, el recuerdo me impulsó a un tímido ¡yuju!
Y así ¿termina? esta historia. La vida nos enseña, como las novelas, que siempre luego del aparente final queda abierto el epílogo. Ninguno sabemos que sigue a la muerte. Ninguno, personajes salidos de una divina y literaria pluma, tenemos certeza de qué se esconde a la vuelta de la cuarta de forros. ¿Todos los finales son felices? Aunque no lo parezcan, de algún modo sí. En este, al galán le tocó aprender de la derrota y a la protagonista a superar sus más íntimos temores.
Tercer y ¿último? capítulo durante el transcurso de los siguientes nueve meses
Como si hubiera sido un parto, así miro este caso. Ella se llama Bertha. Es todo dato que daré y no por aquello de que los caballeros no tenemos memoria, sino precisamente por lo contrario, porque quiero guardar puntual memoria de ella, pero también por la obvia razón de guardar la identidad de la musa finalmente encarnada.Luego de poder charlar largas horas y varias veces con Bertha vía telefónica, a pesar de mis cortes de línea, de mi falta de crédito, puedo decir que comenzamos a conocernos y en cierto modo a desearnos. No dijimos abiertamente cuánto nos gustábamos. A ella le encanta, mujer y musa al fin, que loen su belleza y leer las palabras exactas para encender su ánimo. Así, combiné las llamadas, no muy frecuentes, con una sentida y cuidada correspondencia.
Mi muy apreciable y apreciada Bertha:
Que un encuentro fortuito derive en un avance con la forma de un piropo, un breve poema, como te dije alguna vez en conversación telefónica, no es algo común, cuantimenos en lo que a mi vida se refiere. Sí, reparto fragmentos de mi corazón cuando hay oportunidad, pero no ha sido tan seguido como puedes imaginar, y aún menos frecuente (por no decir que sólo dos veces) que mis letras y mi persona sean favorecidas por una mujer que, más que lectora fugaz, encierra en sí misma la posibilidad de algo mucho más importante.
Ahora que estás casi restablecida tras tu operación debida a tu hernia, la vida cotidiana vuelve a cobrar sentido para más de uno de nosotros con tu presencia. Me tomo la libertad de escribirte estas líneas, para que tengas claro que sí, lo que escribo es en fondo y forma, salido tanto del corazón como de la razón. De más está insistir en mi interés personal en ti. Sirva esta misiva por lo pronto para tres cosas: Una, hacerme de nuevo presente en tu vida para agradecer las oportunidades que das a mi existencia de conocer a alguien tan linda por dentro y por fuera, y de darme a conocer contigo, poco a poco y abiertamente con la finalidad de atraer tu atención hacia alguien que no nada más aspira a ser tu amigo, sino pretende ser para ti mucho más: quizá esa persona con quien andar de la mano el camino por delante. Dos, expresar la dicha de saberte bien de salud, animosa, emprendedora, lo que, tres, me lleva a experimentar desde ya el nerviosismo natural de esperar ese momento cuando podremos vernos personalmente para seguir cara a cara las charlas hasta ahora hechas a distancia y compartir más que voz, miradas, aromas, etcétera. Momento que, estoy cierto, será muy pronto tanto como tú estés lista y dispuesta. (¿Este viernes o sábado? jejejejeje).
En fin, te comparto ahora, como un detallito exclusivo para ti, sin ser del todo exclusivo (como podrían ser otras líneas futuras) el siguiente poema que ojalá sea de tu agrado y motive a acercar en el tiempo ese encuentro y más. Al calce hallarás más datos míos incluso de mis sitios. Adjuntos hallarás mis primeros libros publicados.
EXCLUSIVA
1 de octubre de 2012
Ya sé que
tú quisieras que no mirara a nadie más
en exclusiva y ya sé que
no te agrada la idea de verte envuelta,
arropada por versos dirigidos
más allá de tu verde cándida mirada.
Ya sé que
preferirías una línea para cada rosario
cada diva y cada musa pero escrita
en el fango del olvido y a despecho
de este amor que por ti me ha desecho.
Que tú, ya sé, fueras exclusiva fuente
de mis poemas y mis devaneos. Ya sé que
me prometes con tus guiños tantas
tantas caricias en exclusiva.
Pero la verdad es esta: que ya sé,
tú me tienes poeta tuyo en exclusiva
cuando yo te sé musa amante amada
elusiva.
Sé justa.
Ya no me tortures más, vida mía.
Dirige más que tu vista a esta voz atribulada.
Acerca tu boca a esta boca y con tus labios,
ya sé, musita al filo de mi existencia que
ya sé que desde ahora te tendré para mí
exclusiva.
Como ocurre con todas las historias, las de ficción como las reales, avanzan por episodios. En este caso, los episodios fueron escribiéndose uno a uno en la mente, en el ansia, preparando mediante cartas el momento anhelado del encuentro. Ella no respondía escribiendo, pero cada misiva la contestaba de inmediato con una llamada telefónica, agradecida, conmovida, sonriente, coqueta, incitando a decirle más y más.
Estimada Bertha:
Me apena que por razones "técnicas" debidas a mi celular no pudiera seguirte escuchando anoche. Es tanto como un contrasentido, siendo que si algo quiero de veras es que veas en mí primero al amigo y desde luego a su debido tiempo algo más que solo al amigo. Me quedé muy preocupado con tu estado de ánimo. Por fortuna tenemos este medio además para mantener el contacto.
Entiendo y respeto tus motivos para no contar algo muy tuyo y de lo cual aún no me hago merecedor de compartir plenamente. Pero insisto en decir que quiero que veas en mí a ese amigo, confidente, compañero en quien apoyarte en los momentos que lo necesites. Que no dudes en llamarme para narrar y describir tus razones de dicha tanto como las de infelicidad. También me quedé preocupado por lo que mencionaste sobre la indignación que te provoca que tus hijos sufran por cosas así.
Toda proporción guardada, en tanto hijo de un matrimonio que se separó cuando yo tenía 14 años devastándome emocionalmente; siendo testigo de lo que sufrieron seres muy cercanos por motivos similares, comprendo en buena medida lo que pasa en tu corazón y en tu mente. De manera muy aparte de mis personales pretensiones para contigo, la mía no es una solidaridad retórica, nace del corazón, te lo aseguro. Y por lo mismo me pongo a tus órdenes y quisiera que me dieras la oportunidad de invitarte al menos un café, para que en la tranquilidad del diálogo cara a cara, en corto, puedas confirmar que mi hombro es lo suficientemente mullido y permeable para tus inquietudes, que mi oído siempre está dispuesto a escuchar, que puedo enjugar tus penas tanto como hacerlas más llevaderas con mis torpes ocurrencias.
Imagino también que querrás que este tipo de correspondencia no llegue a este buzón, dado que es el del tu trabajo. Pero es el único que tengo y como entiendo que no tienes chat ni Facebook... En fin, sirvan estas líneas como un ramo de flores discreto, más que para satisfacer vanidades, para decirte que estoy contigo, que no nada más me gustas sino me importas. Para decirte que no debes culparte por las decisiones del pasado. Toda decisión implica un grado de acierto y un grado de yerro. Ninguno estamos exentos de equivocarnos. Por más que queramos adivinar el futuro, la realidad siempre nos guarda sorpresas gratas e ingratas. Dentro de lo malo siempre hay algo positivo y viceversa. Quizá elegiste mal al hombre con quien formar pareja en un momento determinado, pero piensa que ese hombre al fin te dio dos hijos maravillosos como son todos los hijos y eso no sucedió por casualidad o fría y cruel imposición. Eso y el amor que pudieron haber suscitado estas dos bellas criaturas, que no tengo la ventura de conocer, compensa con creces cualquier mal. Ahí radica tu fuerza como mujer, como persona hermosa que eres. Eso es lo que vi en tus ojos aquel día de nuestro fortuito encuentro. Eso es lo que percibo en tu dulce y sensual voz cada vez que charlamos. ¡Arriba el ánimo! ¡Que en ti hay mucha mujer! Si no estoy tan perdido, y sé en quién me fijo.
Con afecto me despido. Te llamaré al salir del trabajo a tu teléfono de tu oficina o llámame tú, si quieres, incluso a casa más noche, para que no haya interrupciones "celularescas". Hemos tenido cuatro conversaciones apenas, pero ya voy aprendiendo a apreciarte por mucho más que un afán de conquista.
Beso
Las relaciones humanas son sencillamente complejas, complicadamente simples. Basta una palabra para allanar el campo de la duda o para volverlo agreste.
Al fin, el encuentro ansiado se produjo. Nos citamos para cenar. Yo, sin auto, llegué a pie al sitio concertado. Esperé por ella largo rato. Me llamó por teléfono con intención de disculparse, de posponer o cancelar, pero la persuadí de alcanzarme, que aún no era tan tarde, que había tiempo. Argumentó que debía cambiarse, que no estaba presentable. Le dije que no me importaba, que como fuera me haría babear. "Pero quiero estar linda para ti", me dijo. "Pues arréglate ya, corre, yo aquí te espero. He aguardado tantos años, ¿qué pueden significar unos minutos más?". Pasó una hora. Cambié de mesa. Entonces entró al lugar. Iba ataviada con unos jeans ajustados y una blusa ombliguera escotada, cubierta con una breve chamarra chemise. Fue como si hubiera ingresado una talla en madera finamente esculpida. Su tez morena clara me semejó arcilla y mis manos se crisparon ansiosas por acariciarla. Su figura delineada, su breve talle, su cadera de fantasía me provocaron irremisiblemente una discreta erección. Nuestras pupilas se dilataron y las sonrisas nerviosas fueron la clara denuncia de lo que en nuestras mentes y cuerpos sucedía. Fue una cena deliciosa y larga. Charlamos de todo, ampliamos los temas no terminados al teléfono. Enfatizamos cuánto nos gustábamos física y espiritualmente. Nos confiamos nuevas cosas.
De tan prolongado que fue el encuentro, de pronto me sentí vulnerable no nada más ante y por ella. Yo llevaba mi computadora portátil y no era muy seguro salir a la calle en las primeras horas de la madrugada, así que me animé a solicitarle si podía acercarme a mi casa. Aun cuando mi economía entonces como ahora no era boyante, aparté una módica provisión para algún gasto extra como el taxi, por ejemplo, pero quería estar con ella hasta el último minuto. Era como si presintiera que sería el primer y el último encuentro. Ella accedió de muy buena gana. Cuando fue mi turno de entrar en su vehículo volteé a mirarla y, a causa de mis lentes, adopté una postura para enfocarla y admirar por entero su descomunal y apetecible hermosura, una hermosura que en el restaurante me hizo sentir orgulloso de estar con una mujer como ella a mi lado. Por una vez en mi vida fui la envidia de todos los varones alrededor. Por primera vez en mi vida estaba del otro lado de la barrera, ya no era el burdo, lascivo observador, sino el galardonado galán de la escena más soñada de seducción. Yo no sé qué ni cómo me vio, de repente se puso histérica, aceleró y manejó sin rumbo, su respiración agitada, pasando los topes sin cuidado. Yo preguntaba preocupado qué sucedía, supuse que una llamada previa en su celular la había puesto alerta, angustiada. Pregunté si la alteraba algo relacionado con sus hijos. Se puso peor. Luego se detuvo abruptamente en un sitio de taxis mucho más alejado de lo que yo hubiera querido. Tomo una bocanada de aire, se tranquilizó un poco y me explicó su sentir. Le acaricié el rostro con cautela y ternura. Había creído que quería abusar de ella. ¡Yo! ¡Jamás lo haría! Con ninguna. Abordé el taxi y me fui. Llegando a casa le hablé, preocupado por ella. Ella estaba apenada conmigo por causa del malentendido. Expliqué lo estrictamente necesario y, comprensivo de su personal historia, de sus antecedentes, ofrecí darle tiempo, distancia. Semanas más tarde...
Mi querida Bertha:
Siempre es bueno algo de distancia. Siempre es bueno algo de silencio. Es probable que hoy tengas una imagen más determinada de mí, confusión o no de por medio. Nadie mejor que tú para valorar lo bueno de un momento, la bondad de una persona. Nadie mejor que tú para sopesar la osadía, ya no de este tu ferviente admirador, poeta, amigo, pretendiente, sino la tuya. Porque debo decirte que se requiere de gran valentía de espíritu citarse con un completo desconocido. La valentía se suscitó de ambos lados.
Personalmente he aprendido a dejar atrás esos momentos cuando el miedo, justificado o no, apuntala las propias debilidades. Y por tanto ahora sé que justo en ellas es que radica mi fortaleza. Muy probablemente hoy, mi imagen ante ti es la peor...
¿Sabes? En el miedo también hay razón de ser y Razón de Ser. En el miedo también hay poesía. Por contrario que parezca, ahora me siento más atraído por ti, por nuevas razones. Por que me queda claro que ambos somos dos personas que pueden necesitarse en más de una manera, que requieren protegerse mutuamente, así de la oscuridad de la noche como de los fantasmas interiores.
Te dije que entre muchas cosas me provocas ternura. Reflexionando sobre las veces que hemos charlado tan a gusto y contrastando las ocasiones similares en mi vida (tres, con esta, para ser exacto) cuando alguna mujer, sin yo pretenderlo, se ha sentido intimidada por algún rasgo característico de mi personalidad, un error o la circunstancia, hoy deduzco que sí, que soy una amenaza, pero no en un sentido destructivo. Es tanto el amor que llevo dentro para dar a diestra y siniestra; es tanto el amor que necesito en reciprocidad que sí, viéndome al espejo también yo mismo a veces me doy miedo de lo que puedo ser capaz tanto como de lo que puedo ser incapaz cuando de la entrega de uno mismo se trata.
No soy muy religioso, más bien soy espiritual. Pero creo de veras que por algo se dan las cosas y las coincidencias. Tal vez no estamos hechos el uno para el otro; quiero imaginar que sí, que este cuerpo encaja con deleitable perfección en el tuyo y que esta alma puede ser complemento idóneo para la tuya.
Eres, ahora me consta, observadora. Observé atentamente cómo me observabas y tu mirada, debo decirlo, supo encontrar los resquicios, las grietas de mi grueso caparazón de timidez acendrada, convertida en el escudo de una soledad celosa, y con ella tus ojos penetraron mi consciencia, incitaron mi anhelo aún más o además de tus bellas formas y curvas. Tu voz, toda la noche, así como tu presencia física fueron una caricia constante, apaciguadora, motivación, cobijo.
Así que, está bien. Más que dar vuelta a la página quizá valga la pena poner una marca, una etiqueta en ella para volver a ese momento cuantas veces sea necesario, pero no para generar mutua angustia, sino para comprender que ambos, al fin, tenemos miedo; y aún más que temor del otro, azoro de nosotros mismos, de lo que quizá, si nos desatamos, podríamos conseguir uno del otro.
Sí, debemos temernos. Debemos tener miedo de lo que puede suceder si no nos damos oportunidades, si no nos tocamos, si no nos hablamos, si no nos miramos, si no... nos besamos, soñamos, amamos.
Sí, debemos temer convertirnos en esa sana adicción sensual que nuestra piel puede requerir para no marchitarse por la espera. Sí, debemos agitarnos de susto, porque quizá vislumbramos y adivinamos que entre nosotros podría suceder tanta cosa buena, que de solo imaginarla ya nos pone a temblar ansiosos.
Sí, debemos temer uno del otro, para que el otro llegue con el uno con mansedumbre comprensiva, voz apaciblemente seductora y, por medio de una simple mirada, una caricia, calmemos, saciemos uno en el otro, cualquier duda de lo que la vida, por permitirnos estar frente a frente, juntos, aun un momento breve, nos ofrece para un mañana ¿compartido?
De aquí a que tú, y sólo tú decidas llamarme, que te sientas con la gana, la provocación, el ansia de encontrarnos de nuevo, de darnos una segunda oportunidad, permite que comparta contigo dos canciones que bien podríamos llamar "nuestra canción". Podría haber escrito algo de mi autoría, pero a veces las palabras prestadas son más certeras. Estoy seguro que serán de tu agrado. Anoto la letra para que la examines y, mientras la escuches, pienses en mí, en ti, en los dos, en lo que podemos darnos, en lo que podemos quitarnos uno con la ayuda del otro. Me mantendré en silencio, expectante... Como he estado tantos años en mi vida.
Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido
procura tener a la mano un amigo que cuide tu frente y tu voz
y que cuide de ti, y para ti tus vestidos
y a tus pensamientos mantenlos atentos y a mano tu amigo
La importancia de verte morderte los labios de preocupación
es hoy tan necesaria como verte siempre
como andar siguiéndote con la cabeza en la imaginación
porque sabes, y si no lo sabes, no importa,
yo sé lo que siento, yo sé lo que cortan después unos labios
esos labios rojos y afilados
y estos puños que tiemblan de rabia cuando estás contenta
que tiemblan de muerte si alguien se te acercara a ti.
Hoy procura que aquella ventana que mira a la calle en tu cuarto
se tenga cerrada, porque no vaya a ser yo el viento de la noche
y te mire y recorra la piel con mi aliento
y hasta te acaricie y te deje dormir
y me meta en tu pecho y me vuelva a salir
y respires de mí...
O me vuelva una estrella y te estreche en mis rayos
y todo por no hacerme un poco de caso
ten miedo de mayo
y ten miedo de mí
Porque no vaya a ser que cansado de verte
me meta en tus brazos para poseerte y te arranque las ropas
y te bese los pies
y te llame mi diosa
y no pueda mirarte de frente
y te diga llorando después:
por favor tenme miedo
tiembla mucho de miedo mujer
porque no puede ser...
Soy vecino de este mundo por un rato
y hoy coincide que también tú estas aquí
coincidencias tan extrañas de la vida
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir
Si navego con la mente el universo
o si quiero a mis ancestros retornar
agobiado me detengo y no imagino
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir
Si en la noche me entretengo en las estrellas
y capturo la que empieza a florecer
la sostengo entre las manos más me alarma
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir
Si la vida se sostiene por instantes
y un instante es el momento de existir
si tu vida es otro instante.. no comprendo
tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio… y coincidir
Los días transcurrieron y el efecto de las palabras escritas fructificó en nuevas llamadas, pero yo, alertado por la situación vivida, con la reminiscencia de experiencias pasadas me calcé suelas de plomo y anduve el sendero con extrema prudencia, quizá demasiada, tanta que cualquiera podía aprovechar la ocasión.
Cierta vez que la llamé la encontré trastornada, deprimida. Mi llamada le sirvió de consuelo, pero para no variar la sombra cernida en el encuentro, el miedo y el azar hicieron su labor, mi celular se quedó sin crédito ni batería. De lo dicho nació la música a modo de irónico autoflagelo.
Bertha linda:
Para no variar, mi celular y mi pobre crédito hicieron de las suyas anoche. Es poco lo que puedo añadir a lo que te dije anoche. Vayan solamente estas dos canciones con mi corazón, en el afán de algún día ayudarte a borrar la pésima imagen que ahora tienes de mí. Dejaré que el tiempo haga su trabajo. Esta es decisión mía, sí. Pero, si las horas de dicha dejaron huella, tal vez, solo tal vez, la bendición de que tú me llames como la primera vez, aunque sea por simple curiosidad y/o porque tengas ánimo de escucharme te hará presente de nuevo en mi vida y no nada más en mis sueños. Esa será decisión tuya.
Hola, Bertha:
Tenía rato de no escribirte... Déjame compartir contigo el siguiente texto que escribí al poco tiempo luego de que comenzamos a construir nuestra relación amistosa, así quiero verla aparte de mis muy particulares pretensiones de índole más romántica. No es, la verdad, para mi gusto, de mis mejores textos, es mucho mejor el segundo, pero sé que lo apreciarás de algún modo por salir del corazón.
CARGANDO AMOR
1 de octubre de 2012
Conozco una bella mujer,
joven, atlética, escultural, de verde mirar,
que por causa de amor propio
de tanto jalar el peso, bien mirado,
en el ejercicio de su voluntad
terminó con el cuerpo herniado.
Hoy y por un lapso no podrá
andar oronda sobre calzas de tacón,
modelar para ojos ajenos
el fruto de la sana vanidad.
El espejo la devuelve a su vista
con la cicatriz en su vientre
cual ominosa, vanidosa pista.
Conozco también un hombre,
uno entrado en los cincuenta de edad,
el que por causa de soledad
de tanto jalar el peso, firme anhelo,
lánguido de su afán hoy
se encuentra exhausto, vacío,
con el alma herniada
exánime por la espera de poder plasmar
sobre la piel de esa mujer lacerada
la blanca carga de una oportunidad.
El espejo le devuelve las omisiones de antaño.
Mas en los ojos de la musa halla
sentido para el amor de hogaño.
Te recomiendo dar un vistazo, ahora que volviste al gimnasio, a este otro "Dieta de Uno" y ahí a todo lo que quieras. Con la sincera esperanza de ser visto con otros ojos.
Un encuentro ansiado, esperando dar pie a una continuidad, se iba diluyendo poco a poco. Los pocos contactos telefónicos cambiaron el tono, se volvieron más intrascendentes, poco comprometidos aunque por parte de ella con promesas y tal vez de esos que hincan en el alma la odiosa incertidumbre. Los detalles y regalos de mi parte continuaron, con toda intención de no permitir que marchitara la posibilidad. Poemas viejos y nuevos venían al caso para expresar, para seducir...
ENCADÉNAME
14 de diciembre de 2012Rompe las cadenas, mujer.
Desátate
libérate
ancla tus caderas
al deseo de esta
tu firme
tu irregular tierra
arrastra tu piel
hunde en miel
estos
los afanes nuestros
ara con tus dedos
los erales en mi pecho
y entre versos y besos
encadéname a la mar
escondida entre tus labios
ardientes, tersos, nuevos.
Conquistar es una carrera de resistencia, pueden tenerse los pertrechos, las armas, las municiones precisas y aún así fracasar en el intento. Y eso así en la guerra como en el amor. No siendo ni soldado y sí en cambio un aprendiz de seductor y atolondrado, siguiendo los consejos leídos y escuchados a lo largo de años de inexperiencia, continué con constancia mi afán por hacerme presente, sin provocar un sentimiento de acoso pero tampoco de abandono.
Hola, Bertha:
Deseo sinceramente que este año que comienza te colme de dicha y prosperidad, que haya salud en tu familia, especialmente en tus hijos y que se cumplan tus más acariciados anhelos (entre los que, insisto, no me descarto aun cuando tú no des señales del mismo interés :P jejejeje, ¡y mira que te incluí en mi lista de deseos en la cartita a Los Reyes!, pues considero haberme portado lo suficientemente bien en estos ya casi 50 años por cumplir en breve como para merecer un regalo de la vida semejante a ti).
Supongo que ahora que has vuelto al gimnasio cada día estás más hermosa, más a gusto contigo misma, encontrando parte del equilibrio que de pronto sentiste extraviado tras tu percance. Supongo también que por ello con más razón más caballeros babearán (así como yo) por tu belleza y se sumarán a la fila de pretendientes y moscones (lo que me hace dudar dónde voy quedando, a falta de más frecuentes encuentros, correos como este o llamadas telefónicas, recursos para invitarte, llevarte y traerte, o inequitativa reciprocidad en las muestras de atención). Supongo igualmente que eso amplía tu panorama así como tus opciones. Eso es bueno, y lo será para quien al final resulte favorecido con tu elección una vez que resuelvas también tus asuntos personales.
Por lo pronto y sin que suene a choteo y sin afán de caer en el grosero o vergonzoso papel del rogón, quepa decirte que aquí sigo, a tu disposición, con el mismo interés y afán; y sigues estando en mi mente en calidad de musa inspiradora de mis textos:
MEDIA VIDA
9 de enero de 2013
Me rehuso a creer,
a creer que has sido una aparición,
aparición proveniente del espejismo,
espejismo ocasionado por el ansia,
ansia derivada de la espera.
Espera, mira que media vida,
vida, he venido aguardando,
guardando los cuartetos y las liras
escritas al momento de en ti pensar
aun sin conocerte, solamente adivinando,
adivinando el eco de mi vida,
onda reflejada en tu verde mirar.
Media vida ya deviene en fecha próxima
y próxima a mi alma y a mi cuerpo, vida,
ya te sueño y te supongo y en la cima
de tus labios, de tus pechos, de tus sueños
me imagino que devengo, siendo tu sino,
el fugaz motivo de estos versos,
lineales besos dados con la literaria boca
de la voz que desde ti tanto me provoca.
Te soy aun sin del todo serlo.
Y, ay, vida, media vida hubo de transcurrir para verlo:
este solitario corazón
el que por otro corazón ignoto
intenta descorrer sensible velo,
ha buscado sin hallar,
ha encontrado sin pretender
y, sin embargo, en el amar
solo tiene este triste,
pobre y olvidable poema
cual remedo de la llama
del que llama al silencio encender.
Me rehuso a creer,
creer que media vida ha sucedido
sin ti.
Y llegó febrero, y cumplí 50 años que no celebré ni siquiera como soñaba. Amigos quisieron organizar tardíamente un agape cuando yo ya tenía planeado, dada mi circunstancia, resignarme a darme el abrazo y gritarme los ¡hurras! delante del espejo. Llegué a los 50 anhelando una compañía como la de Bertha, rodearme de los que consideraba si no míos por lo menos propios, en cambio me emborraché en solitario y reí y lloré como sólo los locos que habitan en colinas saben hacerlo, bañados en tinta derramada desde el papel de la poesía.
Pocos días después la llamé. Necesitaba escuchar la voz de la esperanza, que no del amor aún. Y más pronto de lo que tardé en marcar ella contestó: "Ay ya tengo pareja", una voz masculina se escuchó al fondo, airada, dispuesta a decirme el huevo y quien lo puso. "Te pido que le expliques que somos amigos", dijo ella y yo me rehusé. "Arregla tus asuntos primero" respondí y colgué. Al día siguiente ella me buscó al teléfono, pretendía que yo la ayudara a limar asperezas con su celoso ya no pretendiente sino elegido. Se quejó con resignada amargura que no imaginaba que se pusiera así, él tan lindo y caballero. "Yo no te convengo", adujo, "Me gusta tanto tu forma de ser y pensar... Me siento apenada contigo. Eres un hombre muy valioso", sí, pensé y tan valioso que ¿no te merezco? Tal vez tú no me mereces, concluí. "Decías que no querías tropezar con la misma piedra, que te cuidabas de no relacionarte con otro como aquel y, teniéndome como opción, a pesar de tus aseveraciones y tu nerviosismo respecto de mí, pudo más tu miedo y decidiste caminar por la senda que mejor conoces, la trazada por el vulgar patán pero seguramente viril, como si mi virilidad la hubieras degustado cuando nunca fue así", le dije palabras más o menos. "Arregla tus asuntos primero. Es tu responsabilidad, no mía. Yo no te quiero como amiga, me gustas y te quiero para construir una relación formal de amante, de pareja, de compañera. Pero ya decidiste, no tengo nada que hacer. Sólo te afirmo: conoces mis intenciones con claridad, cuando te definas y en dado caso que tu relación actual no funcione, si quieres darme una oportunidad, sabes cómo localizarme. Solo espero que para entonces no sea, para ti, demasiado tarde", rematé y colgué no sin antes prometer mantenerme en silencio y distante.
Cinco meses después, el recuerdo me impulsó a un tímido ¡yuju!
Hola, Bertha chula:
Sí, sé que prometí (y lo he cumplido y cumpliré) no escribirte, no hablarte por elemental respeto a tu actual relación (espero que aún la mantengas, y si no, aquí sigo, eh). Pero hoy quise hacer una excepción, en parte por la nostalgia, en parte impulsado por algo que escuché hace unos días: "persigue lo que quieres, porque lo quieres y no porque esté disponible".
Tú sabrás qué de mi persona resultó insuficiente para tu toma de decisión, aun cuando aparentemente ya me perfilaba yo por buen camino hacia tu cariño. Eso ya es cosa tuya y muy tuya y del pasado. La idea ahora es compartirte un par de textos que escribí hace tiempo, pensando en mi madre fallecida hoy hace cuatro años y que de algún modo quiero ahora aplicar contigo, pues llegaste a calar en mi ánimo como vívida esperanza de un mañana. Mañana que siempre mantengo abierto y a la expectativa, pues, como te dije en su momento en la última llamada telefónica, aquí estoy para ti, cuando, como, para lo que quieras, dispuesto y mientras esté disponible, aun cuando sin haberme dado mucha oportunidad por lo pronto te hayas sumado por decisión personal a mi cúmulo de pérdidas.
No hago más preámbulo excepto... ¡Lo que diera porque te enamoraras mucho más que de mis palabras! ¡Lo que habría dado por celebrar mi cumpleaños 50, tan significativo, contigo a mi lado! Mientras hay vida hay esperanza. Recuérdalo, recuérdame. Sabes dónde, cómo y en qué horarios siempre encontrarme.
LAS COSAS INMÓVILES
30 de abril de 2011Dedicado a los recuerdos de ti
Sí, aunque no lo creas,
yo soy de esas cosas
inmóviles.
Maceta que no pasa del corredor.
Santo de nicho olvidado de la fe.
Esa taza que dejaste a medias
con la sola, indiscutible, sutil huella
de tu casi beso sobre mi labio.
La regla con que mides el desprecio
y la entrega.
El lápiz que barrunta y delinea
tu figura en mi carpeta.
El sello "Registrado"
ya seco por la falta de tu humedad;
aspirante a no ser "Cancelado".
El sensual cortaplumas que espera,
solo
espera el momento de rajar,
de abrir a carta cabal
la piel de la inconstancia.
Sí, sábelo, compréndelo,
soy de esas cosas
que gritan en silencio:
viento que no sopla,
ese breve espacio
entre la sábana y tu deseo,
ese rasguño tuyo en mi espalda,
ese rastro de sudor
de tu seno
en mi vientre;
la brizna de polvo en el rincón
que nunca miras
y donde, convertido en recuerdo,
me acumulo.
Soy de esas cosas
que solo el tiempo consume
con tiempo.
Contengo tiempo
y, sin embargo, parezco no tenerlo,
estando,
simplemente estando,
ahí, tan cerca o tan lejos
de tu mano, de tu cuerpo...
Soy de esas cosas
que necesitan de ti
para dejar de ser lo que soy:
árbol, fruto, cosa cruda;
libro en el estante,
retrato en galería,
mármol tallado,
zapato, corpiño,
braga en el suelo: ansia
con forma de poema.
Sí, de esas cosas soy:
celular descargado,
casa en ruinas,
carretera sin tránsito,
coche sin chispa,
lámpara sin corriente;
pueblo fantasma,
ataúd, cofia, rosario,
carne congelada
por causa de tu desamor.
Soy abrazo que no abrasa,
boca que no emite palabra,
voz arraigada a la imaginación.
Soy papel... Hoja en blanco.
Tu cubrecama, tu almohada;
el espejo
que diario contempla tu desnudez.
Cepillo que aguarda el momento
de acariciar tus ilusiones.
Jabón que se deshace entre tus manos,
que frotas contra la entrepierna.
Soy espuma que no engendra.
Pañuelo quieto, anhelante
de tu llanto y de tu risa.
Silla dispuesta a sostener
un diálogo privado.
Sí, soy de esas cosas
que, por inmóviles,
inactivas, estables,
no pueden estar sin ti.
Por tu voluntad vivo, ardo,
ando, pienso, hablo,
visto, desnudo, sueño,
copulo, desvelo...
Dice el Génesis: "En el principio fue el verbo".
Si por ti me vuelvo verbo,
es que Dios está en ti.
* * *
¡LLAMA!
9 de mayo de 2011A mi madre y a una amiga, más que amiga, bien conocida.
¡No!
Simplemente, ¡no!
Me niego a permitir que el olvido
se interponga entre nosotros;
me niego a permitir que la distancia
haga de lo que sentimos
menudencias de un perdón innecesario.
¡No!
Nuestras vidas confluyeron
por la gracia y el don de la palabra,
y fue por ella que nos dimos enteros
en cada abrazo, en cada beso,
con cada caricia y mirada.
¡No!
Porque tus reclamos no tienen sustento,
porque desde que en mi vida estás
ni un momento he dejado de trazar
una sola línea que no dirija a ti mi pensamiento.
¡No!
Aun cuando tus risas ahora fluyan con el viento,
aun cuando ya no pueda enjugar tu llanto
con la palma de mi mano
ni la ocasión para el pecado
de oportunidad se pinte
a los ojos de los maldicientes.
¡No!
Pues es por ti que aún palpito
y que aún a ti, mar tan augusta, devengo
en la forma de un techo que te espera,
bajo la sombra de unos muros
que para mí te auguran
cual ángel guardián de mi cordura.
Toma mis versos,
llévalos con tu mirada y plásmalos
como sueños de la preseverancia
entre las plumas de la promesa
que se recuesta en tu almohada.
Ven a mí. Ven por mí.
Llévame a tu lado o al de ella, si así prefieres;
si así lo dicta el destino,
si ha de haber amor de mujer en mi camino.
Ayúdame a dilucidar mi sentido,
devuélveme las ganas de seguir en ti.
Pero, ¡no!, sencillamente...
¡No! permitas que me vuelva polvo
de un ayer que aún tú, aunque lo niegues,
solícita remites a un mañana
todavía por escribirse
entre tú y yo.
¡No! traigas desamor ni desprecio
a este hombre según tú "querible",
trae mejor la verde mirada de la esperanza,
la fuerza con que, juntos, andamos esos pasos
que yo aún no olvido;
por el centro, por el sur,
entre estatuas de cera,
como joyas de corona custodiadas
por el cuervo torvo;
pasos con la cínica discreción de palomas
al compás del carrillón,
ávidas de confituras semejantes
a esos besos pendientes
de nuestros labios.
¡Mírame! ¡No!
Aún no muero,
aunque en el fondo por ti muero.
¡Aún vivo!,
porque en el fondo vives en mí
y a ti me debo.
Esa fue mi promesa,
la que te dije al oído aquella noche,
¡sí!, ¡justo la que recuerdas!,
a pesar de ti, de mí y del tiempo.
Ay, madre,
hay ojos en derredor que titilan noes,
gestos adustos que conminan al desapego,
oscuridad que niega la luz
que en tu vientre y en su piel destella,
mientras yo, tendido como puente
desolado ya miro al pretérito,
cuando en ti, mi origen, me concentro,
ya miro al futuro pluscuamperfecto
donde ella, esa otra mamacita de mi alma
asoma y apunta a convertirse
en mi nuevo horizonte, amanecer, ¡llama!
Y así ¿termina? esta historia. La vida nos enseña, como las novelas, que siempre luego del aparente final queda abierto el epílogo. Ninguno sabemos que sigue a la muerte. Ninguno, personajes salidos de una divina y literaria pluma, tenemos certeza de qué se esconde a la vuelta de la cuarta de forros. ¿Todos los finales son felices? Aunque no lo parezcan, de algún modo sí. En este, al galán le tocó aprender de la derrota y a la protagonista a superar sus más íntimos temores.
2 comments
Si bien, quienes te conocen y conocemos, sabemos de tus arrebatos forrados de veta literaria, a veces halagadores, a veces intimidantes, pero siempre romanticamente bien intencionados, esto es para los que, insisto, te conocemos. Fuera de este contexto, y para esta Señora Dama de tan buen ver, (a decir tuyo), el conflicto entre su vanidad y su pudor le hizo una jugarreta, y en oidos de tu Jefa debio ser un indicio para iniciar a esta Musa en el gusto y mundo literario de tu egregia persona. Si ellas, tan dificiles siempre de entender malinterpretan las intenciones al sacarlas del entorno en el que se han generado, habras entonces de cumplir tu mision de transformar su rupestre visión paranoica en verdadero afan artístico. Un abrazo y toma de la vida lo que te engrandece, y dales la oprtunidad de crecer contigo.....
ResponderBorrarGracias, amigo. Qué grato y comprensivo comentario. De los que levantan el ánimo.
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