27 de febrero de 2012
A una de tantas que, en su pusilánime soberbia paranóica,
solo ostentan lo rupestres, lo pedestres que en verdad son.
Con fecha de hoy anuncio,
y no habrá razones en contra que valgan:
me retiro.
Fue culpa mía, sí, en parte
y no lo niego y mucho menos justifico.
Mi culpa fue ser y actuar
tal y como soy y actúo.
Ceder ante el influjo de su belleza
y no contener lo que, siendo homenaje,
a sus ojos tuvo lenguaje
de intento por flirtear.
Fue culpa de una imbécil,
de una más; la que derramó el vaso
de esta ansiosa y alocada ternura.
De una estúpida, una más
de esas que en vez de leer "te amo"
en su sitio escriben "te deseo"
y, viceversa, de esas que a su cintura
atan el cincho del "te temo"
por supina respuesta al sutil,
cortés, caballerezco halago
cuya raíz es la espontaneidad
de la admiración y el respeto.
Cada día me convenzo
más y más y más y más:
yo nací para otro tiempo;
yo nací para otra edad.
Estoy aquí para unos brazos
unos labios
unas piernas
unos sueños
y no son estos
ni los tuyos
ni los de Esa.
Esta vida palpitante pertenece solo a una:
la Muerte.
Tal parece que mi dueña, empero,
tampoco por ahora me quiere.
No me llama.
No flirtea conmigo.
No me busca.
No me sueña.
No me coge ni me ama.
Por eso, con fecha de hoy renuncio
a continuar siendo juguete
de las musas
en este día y de esta manera anuncio:
me retiro.
Me retiro de tus brazos.
Me retiro de tu indiferencia.
Me retiro de tus prolongados silencios
disfrazados de amable atención,
nutridos con civilizada condescendencia.
Me retiro de esos versos,
los que otrora otra calificase
de colección de palabras huecas
de artística estulticia del lexema,
me retiro hacia mi ausencia
y hago de este absurdo,
impetuoso edificio entendido poema
la factura cobrada por el desprecio.
Me retiro.
Volveré a mi encierro
y ahí sellaré
mis labios sellaré
mis párpados dejaré
de mirar olvidaré
tus dulces formas y de anhelar
la posibilidad de hundirme entre esos labios.
Ya, de ti, mujer, no escribiré
ni de ninguna
salvo Ella, la amiga, la única y verdadera;
pues hoy comprendo:
los más próximo y similar al fiel Cerbero,
lo más semejante al can agradecido
no es la dama indigna y engreída
como sí en cambio la puta.
Me retiro de la conquista
y de arrojarme a tu capricho.
Me retiro de eso a lo que llaman acoso.
Me retiro de adosar letras contra letras
en afán de explorar con la imaginación
los momentos de coquetería a que me retas
cada ocasión cuando, desnuda,
ay, palabra, dejas ver con claridad:
aún expuesta tu piel
seas casada o soltera,
el alma ni a Dios encueras.
Hoy anuncio y lo hago público:
Dejaré de escribir
con esta pluma
con estos dedos
dejaré de acariciar
sobre ese papel
de tu conciencia.
Sencillamente
me retiro
de trabajos humillantes
de normas y desplantes
de entregas lacerantes.
Ni prosa.
Ni poesía.
Ni ficción.
¡No más!
No recibirás más de parte mía
ni por propio ni por inbox,
ni por medio de miradas,
ni por ocurrente audaz callejero arrojo.
Me retiro de hacerte con piropos
un día que no deja para ti más que abrojos.
Me retiro a un rincón del limbo.
Me retiro a seguir siendo el loco
el tonto
el que habita solo
en la colina de los girasoles.
Me declaro incompetente,
ya no nada más para andar
por esas calles
por esas ilusiones
por esos horizontes
ansioso por quererte.
Me declaro incompetente
para trabajar
para vivir
para amar
para ser amado
para morir
por propia mano.
Me retiro.
Me voy.
Me retiro.
Me largo.
Me hundo.
Me ahogaré
en ese espacio íntimo
de mi poesía desconocida,
en ese tiempo transcurriendo
de mis ficciones no narradas,
¡y lo hago público!
¡Se acabó!
De ahora en adelante, si escribo,
lo haré alrededor del árbol
donde creces por milagro,
bajo cuya sombra seca
mi devoción has enterrado.
Lo haré alrededor del viento,
el que farfulla,
el que murmulla
en tu susurro
el que dictas cuando me alejas.
Lo haré alrededor del cielo y sus nubes
donde vuelas
con tu burda vanidad
a cuestas.
Lo haré, si acaso,
acerca del ocaso,
ese que luego he visto asomado a tus verdes ojos;
acerca del polvo,
ese que se escurre como llanto seco entre mis dedos
acerca del silencio,
ese que se atraganta en esta boca que aún no besa;
acerca de mi lengua,
esa que se filtra entre tus piernas por mi húmeda palabra.
Me retiro
y así, introducido en la distancia
no habrá telefonema
ni grafema
ni pretexto
ni contexto
capaces de devolverme al rumbo
al rumbo hacia tus besos
al rumbo de mis versos.
Hoy el "señor", la señoría
ganada sin pedirlo sino por causa de los años
pesa
me pesa
te pesa
nos pesa
y frente a esta verdad
mi vida lesa
por los dardos del infortunio,
rúbrica grosera de infausto plenilunio
va día con día erosionando su sentido,
dando ocasión a la levedad.
Esta no es una reflexión,
tampoco la resultante construcción
de un momento ante el espejo,
deprimente luna que proyecta mi existencial impericia
opacada por la errónea interpretación
hecha por una imbécil, solo una,
la que alcanzó el borde de mi soledad
para arrojarme al abismo de su sevicia.
Así, lee y despídete mujer,
aunque sé que no habrás de añorarme
ni a mis voces
ni a mis gestos
y habrás de olvidar esfuerzos literarios como estos,
por que me retiro.
Me retiro de ti
y no sólo de tus lazos.
También de entre tus piernas me retiro
y lo hago sin dejar indicio,
resabio ni simiente
capaz de preñarte de melancolía.
¡Se acabó, alma mía!
Después de ti
solo,
vulgar sátiro a tus ojos,
ya no hay vida
ni poema
ni rosa
ni mar tan salada
ni puñal de jade en tu mirada
con qué justificar algún motivo
para seguir teniéndote en calidad de tema.
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