A Mariana, hacedora de fantasías.
11 de febrero de 2012
Me he propuesto arrancar, prenda por prenda,
tantos besos de tus labios, de tu boca,
como instantes ya resguarde y comprenda
este afán que a ambos nos desboca.
Si he de comenzar a describirte ahora,
no habré de hacerlo de pies a cabeza,
pues donde radica la razón de tu belleza
es al ras de la tierra que mi corazón adora.
Así, comienzo por lustrar tus botas,
negro estuche alargado de esos objetos
dulces del deseo que son tus pies coquetos,
y en quitándolas ya mis sentidos embotas.
De la punta de los dedos asciende el deseo
convertido en la ruta del ósculo precoz
y, avanzando sobre el yermo llano de tu piel,
cambio la norma del verso y me encamino fiel
hacia el destino al que apunta
la flecha ardiente debajo de mi albornoz.
Tienes en tu mirar la ardiente llama
de quien espera pronto ser atravesada
por los amorosos sembradores cósmicos.
Y aun cuando todavía ni te toco
mas que con el aliento y el silencio,
ya, trémula, haces nueva regla,
trazas líneas con tus labios y tu lengua,
volviéndome de esa manera tan loco
que ya en tu desnudez repentina presencio
la tersa huella de esos labios apetecibles
y tanto que son por los que muero de sofoco.
Disfrutas llevándome de la mano
hasta los recónditos rincones del amor.
Haces de mis fantasías las tuyas
y reconstruyes en mis versos la rima,
destrozando mis nervios sin medida.
Libre, como verso libre reptas
sobre mi cuerpo inquieto y unges
con tu sacro universo y me bautizas
en una distinta, carnal, obscena
forma de poesía. Sobre mí, escribes
las estrofas del orgasmo rubricas
con tus uñas finamente
en tu humedad entintadas.
Con ese tu cuerpo de madera
y la cabeza bien dispuesta,
ideas formulas en la testa
capaces de encender pasiones que en ti amoldo;
aun tan joven y por eso mismo
eres savia en las entrañas.
Mujer cerillo, tú, ¡incéndiame!
Pues desde ti se avivan, adorada tea
los fuegos hasta hoy rescoldos
en el fondo de mi alma, ¡consúmeme!
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