6 de abril de 2012
¡Cómo no soy de perdida adminículo,
accesorio suficiente
para combinar
sin ser motivo de ridículo
con las femeninas ilusiones de cada cual!
Así pendería
para unas de su brazo
en tanto bolso guardián de sus secretos;
en otras colgaría
cual susurro aferrado
al pabellón de su oreja;
para otra sería
el camafeo acomodado
en su seno;
para alguna, prendedor coqueto
sutilmente abrazado
al pecho; de alguna,
en tanto cincho, insistiría
en abrazarme a su cintura,
y no faltaría
aquella para cuya cabeza fuera
la diadema
de la más cándida o la más procaz y atrevida idea.
Ah, sería
el sutil colorete
ascendido a causa de rubor.
La pestaña que abanicare
la verde mirada del anhelo.
El anillo de la promesa escrita
en la palma de la mano.
La pulsera que atare
mi afán a la muñeca
de la muñeca de mi intención Meca.
Pero temo que en vez de cual adorno
termine por causa de tu capricho
encerrado en mi soledad
abandonado en tu cariño alhajero.
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