(Remojones para un loco enamorado.)
23 de abril de 2011
Cuando pases por mi fuente, cariño,
cuida que no te salpique
ni una gota
que si es Sábado de Gloria
bautizada quedarás
con mi eterna adoración.
Cuando pases al lado
de mi fuente, cariño,
cuida que no te guiñe
ni un reflejo,
pues seguro caerás
deslumbrada por la brillantez
de mi deseo.
Cuando te acerques
a mi surtidor, cariño,
recoge con afán
cada gota
y saciaré esa sed
que a mí te ha traído.
Cuando andes
a la vera de mi venero,
cariño, habrás de ceder,
como Narciso,
a mirarte reflejada
en el fondo de mis ojos
y ahí hallarás el verde limo
de nuestro anhelo.
Cuando sigas el sendero
que bordea mi manantial,
cariño, detén un momento
tu andar y escucha
atentamente lo que el viento
canta al pabellón de tu oído:
son las ondas causadas
por una leve hoja,
remedo de tu pestañear.
Cuando en la superficie
de mi agua viva, cariño,
veas al viento jugar
suelta tus amarras
y navega sobre mi piel,
hunde tus dedos en mï
alma, con suavidad
de tormenta.
Cuando lances a mi fuente
la suerte
de una mirada tuya, cariño,
desde el fondo de tu recuerdo
encenderé una estrella
que converse con tu cielo
y desde ahí te diga,
en sueños,
cuánto te extraño
y te quiero.
Cuando veas surgir
desde mi hontanar una duda,
cariño, ¡captúrala!
En ella, frágil gota,
va una lágrima
tuya que hoy devuelvo
íntegra
a tu ilusión.
Cuando en un Sábado de Gloria
a mi principio te avengas,
cariño, la bendición
de mi origen habrá de alcanzarte,
pues de agua vengo y al agua voy,
polvo humedecido
por la ternura y el recuerdo.
Cuando al retrato
de mi causa asomes tu faz,
cariño, habrás de entender
los colores de los peces
que en mi estaque coquetean
con la fortuna
que te ofrezco
con mi poesía.
Cuando el olvido enturbie
mi fuente, amor, habrás de purificar
con tu cariño
el cieno de la nostalgia
y cualquier resabio de rencor
que pudiera haber enlodado
tu fe en mi
querible frescura.
Cuando la neblina se cierna
sobre mi laguna, amor, serán tus ojos
la linterna que me guíe al origen,
tus brazos serán los remos
que me acerquen a tu orilla,
tu amor-nube será, cielo,
lo que me cubra
de ensueño.
Cuando en mis lágrimas flote
la flor marchita de tu cariño,
amor, habré de cobijar
con tu sombra
la vida bajo tu superficie
y así sembraré
la esencia
de los lazos que nos unen.
Cuando te adentres
en el bosque de palabras,
cariño, que rodea mi fontana,
pleno de amor lo hallarás
y entre su follaje,
verde, tu mirada
habrá de confundir mi pozo
con el hondo y anegado ardor
que en tu pantano
me ahoga encantado.
Cuando estés próxima
a mi fontana,
en los jardines
de la Casa
de la Mirada
de Los Girasoles,
el rumor del silencio, amada,
te dirá un sábado que eres mi gloria
y desde lo profundo del gozo
de mi ojo de agua beberás
tales palabras.
Y, en fin, vida, será este
Sábado de Gloria
un sábado en tu gloria,
y cuando a mi boca te aproximes
habré de bautizarte con mis besos,
a ti, mi Gloria,
y a tu vez, tú a mí,
desde entonces que es un ahora,
habrás de llamarme
con la identidad de mi constancia.
No es verdad que el amor mueve montañas;
si tal fuera, ese amor por mí,
desde el fondo de tu seno
tu pecho habría abierto
el manantial que saciare mis anhelos.
No es verdad que el amor mueve montañas;
si tal fuera, ese amor mío
por ti habría cimbrado
cada roca muscular de ese cuerpo tuyo
y hoy, conquistador, mi triunfo ondearía
entre las líneas de tu cabello,
tras haber escalado, con denuedo,
hasta lo más excelso
de tu pensamiento.
Pues he de comerme mis palabras,
mujer, por ti y para tu calma,
degustaré el silencio con que nutriré,
de cuando en cuando,
algún sábado y de ahora en adelante,
la huella de tu ausencia
mi augusta gloria y alma.
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