12 de mayo de 2012
Me he dedicado a llenar el vacío con vacío.
He vaciado mis recuerdos en el olvido
solo
para descubrir que son tantos,
ya no dejan resquicio
solo vacío,
todo es pleno indicio
de que no estoy contigo.
Mira que hecho el intento de vaciar lo lleno
para dejar alma y corazón vacíos,
dispuestos para recibir nuevas promesas
de amor auténtico y no compadecido.
Pero entre más vacío las palabras de sentido,
más llenas las encuentro y así, gordas,
apenas si dan espacio para tu silencio.
Procuro conspirar contra tu ausencia
llenando mi vida con presencias,
ya en mis letras, ya en tertulias;
la bruma de tus pasos la he mezclado con incienso
en el afán de ver tus huellas
como huecos de conciencia,
aunque nomás consigo vaciar de oxígeno
el pobre espacio alrededor de tu memoria.
Más recientemente, animado por el ansia,
opté por llenar mi tiempo muerto
trozando vacíos de existencia,
unas veces llenando mi oído con sus voces ajenas,
otras ocasiones vaciando mi ahogo
en el cuerpo de esa joven veinteañera
licenciada en orgasmos,
maestra de placeres,
doctorada en fantasías,
dejando en el furor de su piel
esta herencia de vacío,
mas por causa del condón de la prudencia,
toda vez que nuestras intimidades se intersecan,
dejo en el interior de su cuerpo
no más que la semilla de mi vacua esperanza
de algún día encender su hogar vacío.
Cada paso mío es un rastro de vacío,
sombra de lo ausente,
constatación de lo presente.
Cada lágrima cae como alma en el vacío.
Y es raro, porque siendo tú mi Todo
eres Nada en el vacío
de la cama que ahora ocupo yo solo,
de la habitación que vacié para acostumbrarme
al vacío determinado por tu ausencia,
de la casa cuyos espacios vacíos
hoy ya nada más los llenan
tus pensamientos
y el ominoso polvo de mi sentimiento.
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