15 de agosto de 2012
Dejaré las redes,
las dejaré por un tiempo,
el necesario para atrapar en ellas
esos tus ansiados besos.
Dejaré entre tanto
de existir a tus ojos un rato,
mientras en el fondo del amar
uno a uno tus recuerdos de mí
vayan, mis dejadas redes,
calladamente apresando.
Luego volveré
con la ilusión aferrada al remo;
me acercaré a la boya de tu anhelo
y hundiré mi ser en tus humedades,
para extraer de tus mareas mis edades.
En mi bote te abriré en dos la conciencia,
penetraré tus entrañas,
en la búsqueda del sagrado indicio
que te haga venir
desde la verde gloria
por mí en ti ya concebida,
y de nuevo empezaré el ciclo.
Por razón de economía,
dejaré las redes;
las dejaré por un tiempo,
siendo indefinida mente.
Dejaré de existir,
por innecesario a ti, vida,
hasta que al fin, un día,
me entiendas tan deseoso,
me presumas tan ansiado
que irremisiblemente
comprendas cuánto,
dentro y fuera de ti
a mí, vida, me cedes
sin más remedio que hacer mía
la ardiente pinza de tus piernas,
el palpitante corazón de rosa entre ellas,
aún a despecho de tu coraza,
para hacer de mi hombría la basa,
el fundamento de nuestra humana bonhomía.
Dejaré las redes,
las dejaré al temporal bien atadas,
siendo caricias a tu cintura,
definitiva mente, anudadas,
mustias señas de tímidas,
claves de cerrajero,
pasiones encerradas
en melancólica literatura
de un poeta cangrejero
pescador de ilusiones.
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