Hay de egoísmos a egoísmos. Escribir, me dijo alguien no hace mucho, es un acto tan egoísta como masturbarse o gobernar. Pero no filosofaré al respecto más allá de los siguientes apuntes, amarrados necesariamente a un poema de mi factura, para no variar.
Escribir implica necesariamente tener una motivación de cualquier tipo, tan abstracta como concreta se pueda, para imaginar, seleccionar las palabras justas, conjugar las combinaciones de significados medianamente capaces de expresar lo que va sucediendo en la mente, el corazón, la carne de uno. Hay cacofonías inevitables, y hay otras que uno no puede más que amarrarlas al deseo mismo en calidad de íntimos gemidos, de espontáneos gestos nacidos del descontrol.
Masturbarse (o masturbar al otro) se parece al acto de escribir (de crear y de creer), sí, sólo que es una forma de tomar la pluma encarnada, de jugar con el estilo, de adentrarse en honduras y humedades, de forma concreta, con un imaginario o un palpable alguien, un tú, una ella o él, un ellos y ellas o nosotros per-vertidos en la experiencia onírica y virtual de la fiebre instintiva. Es frotar, friccionar hasta el éxtasis las imágenes, para vaciar las presunciones, los supuestos de saber al otro dentro, encima, arremetiendo, jalando, succionando, acariciando, besando, y en un sinfín de gerundios encadenados al orgasmo y a la necesidad.
Gobernar, también, es la necia ansia de impedir la precocidad eyaculatoria o la nostalgia que sigue a la frustración de no conseguir con el amante (dígase pueblo, dígase el afecto de turno) el acuerdo capaz de normar, ya no digamos la vida, sino apenas el impulso lascivo de esta mañana o de este mismísimo instante.Y tras decir esto, caray, ¿dónde, en qué mano de costurera dejé pendiente el hilo, en qué cintura enganché, en qué sinuosa percha colgué la saciedad de mi chaqueta favorita?
Ahora entiendo el desgobierno de mis letras. Pondré entonces un anuncio ipso facto: "Se busca urgentemente una atlética, disciplinada gobernadora para mis letras".
Sucede que en el diálogo con mis lectores, sobre todo en Facebook y Twitter, de pronto me sorprenden con aseveraciones como la que detonó estas reflexiones o esta otra, cuando una dama me dijo:
A lo que respondí que sí, creo que a veces el cuaderno, el teclado, más que temblar, como que ansían las caricias de mi pluma y mis dedos. En realidad, quien a veces teme y tiembla soy yo, sólo de imaginar que la página (¿por qué tiene que sonar a otra sensual palabra?) vacía ya me alberga desde antes de pensar. Lo digo con todas sus letras, hay poemas que me dejan exhausta la mano, la lengua, que me dejan con un tremor en el pulso, inquieto, como si hubiera andado kilómetros de piel en busca del horizonte anhelado. Quedo con hambre y sed, pero miro a mi lado y sólo hay la yerma soledad del escritorio. No hay esos ojos, ni esa cintura, ni ese mañana de entregas certificadas, inmediatas. Para esos lectores, generalmente damas, vaya el siguiente poema, que no declaración, por incluir en uno de los poemarios que ahora trabajo intitulado Intimidaciones.
"... Tienes una forma de botar tinta, que la hoja de tu cuaderno tiembla solo de pensar que te acercas".
A lo que respondí que sí, creo que a veces el cuaderno, el teclado, más que temblar, como que ansían las caricias de mi pluma y mis dedos. En realidad, quien a veces teme y tiembla soy yo, sólo de imaginar que la página (¿por qué tiene que sonar a otra sensual palabra?) vacía ya me alberga desde antes de pensar. Lo digo con todas sus letras, hay poemas que me dejan exhausta la mano, la lengua, que me dejan con un tremor en el pulso, inquieto, como si hubiera andado kilómetros de piel en busca del horizonte anhelado. Quedo con hambre y sed, pero miro a mi lado y sólo hay la yerma soledad del escritorio. No hay esos ojos, ni esa cintura, ni ese mañana de entregas certificadas, inmediatas. Para esos lectores, generalmente damas, vaya el siguiente poema, que no declaración, por incluir en uno de los poemarios que ahora trabajo intitulado Intimidaciones.
FÉLAME
19 de julio de 2012 - 20 de abril de 2013
Te lo pido.
Abre bien.
En tu boca.
Ponme en tu boca.
Quiero estar en tu boca,
ser duro verbo en tu boca,
ser adjetivo deslizado en tu boca,
ardiente obscenidad
apagada por la incesante humedad,
por la sed de tu boca.
Quiero derramarme en tu boca,
entintar con letras tu boca,
ahogarme siendo rezo en tu garganta,
ser la razón que te atraganta,
abrirme paso entre los labios de tu boca,
imaginarme en el espacio parecido a tu boca.
Anda, hazme silencio resguardado en tu boca,
precipítame para llenarte de memoria,
extrae de mí la blanca huella de la gloria,
acábame haciendo de mí el tilde en tu boca,
y prométeme: apenas acabe este poema en tu boca
sellarás devótamente tu boca
y sólo quedará mi secreto almacenado en tu boca.
Ponme en tu boca.
En tu boca,
mi palabra hace bien,
no encuentra olvido.
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