MUERTO EN ANDAS




29 de marzo de 2014

Llegué a la vida tarde y por la tarde.
Un lunes cuatro de febrero del sesenta y tres.
Lunático hijo de la luna, vi la luz a las seis
de un lluvioso atardecer,
lloré con Venus las estrellas soñolientas
en un melancólico anochecer.

Y llegué tarde y tan tarde…
Cuatro días esperó mi madre,
dolida con la ansiedad del parto,
el que ahora no tiene fijo trabajo,
hizo del maternal agobio
memorable labor.
Cursi: fue el comienzo de un gran amor,
un amor que también la vida cortó una tarde.

Y llegué y he llegado tan tarde a todo…
He llegado tarde, si es que ya he llegado,
a tus verdes ojos.
He llegado demorado,
si es que no me hice causa de olvido,
a tu esbelto, atlético cuerpo anhelado.
Llegué tarde a tu existencia,
si no es que llegué sin yo haberme dado cuenta,
como negación que a sí misma se niega.
He sido o fui o seré esa palabra,
lengua muerta quizá,
enterrada con mi sexo entre tus labios
viniendo tarde,
colmando con ríos de tinta erotizada
la garganta de tu entraña.

Llegué tarde al sexo,
tanto como cuarenta y ocho años
contados desde mi primera demora,
y llegué tarde a la riqueza
¿o tal vez me demoré en entender mi pobreza?

Llegué tarde al verbo, al beso
y eso explica que confunda tu boca con mi verso
y me aferre a tu pecho
con el piolet de mi adverbio.

Llegué tarde a la poesía,
tan tarde como a los nueve años.
Las letras fueron soldaditos bien formados.
Los acentos, las heridas en la conciencia.
Los poemas, el desangramiento de mi ciencia.

De modo distinto que Octavio,
llegaré tarde quizá,
en Paz, al final
y es probable que a mi centenario.
Como él dejaré cientos de papeles,
legajos acumulados,
un cargamento de libracos
que solo el tiempo entregará,
mensajero, contrarreloj,
tan temprano o tarde
como quiera el mismo Tiempo,
el que dirá desde tu memoria
encerrada bajo tus párpados,
si acaso mis silencios consiguieron
hacer por sí solos, aunque tarde, historia.

Ese muerto que no he sido…
Ese muerto que seré un día…
Ese muerto que me voy siendo
poesía tras poesía,
en este diálogo insistente
al que me atengo
entre el tiempo y la obra mía,
“soy la sombra que arrojan mis palabras”
muerto que tú, lector,
a querer o no llevas en andas.

0 comments:

Publicar un comentario

My Instagram