8 de septiembre de 2013
Navego entre miradas,
saltando entre las crestas de conciencias,
sin rumbo fijo,
humedecido por el verde amar
de esta ansia de hallar
en tus ojos tal vez,
el final de mi suma de ausencias,
la razón de mis razones amadas.
Lanzo a la deriva estas líneas
en espera de que encallen
en la atlética rivera de tus ígneas,
confortables, tersas playas,
y en la dulce ensenada de tus labios,
enterrado en tus entrañas,
hallen paz mi alma y mi poesía
y mis palabras sean herencias recobradas
en cuanto dispongas tú ser mía.
¿Dónde está la que leerá
estas letras encerradas
en el breve espacio del cristal
en el que apenas el sofoco
da tímido aire a la esperanza distal?
Venga pronto la mano que me extraiga
y me libere antes de quedar
exhausto
por la travesía de la edad,
antes de ceder
a la desidia
y dejarme hundir
todo
y todo caiga
en el abandono abismal.
Verdes ojos, verde alma,
rojo fuego cabellera
que hace río y cascada
bañando un cuerpo escultural,
hasta ahí apela mi sueño,
hasta ese horizonte me dirijo,
tu cadera,
encerrado en este cuerpo,
translucido,
imaginando:
mañana, soy tu dueño.
Si eres tú, la que recoge el mensaje,
la respuesta a mis plegarias,
no dudes, dímelo, toma el primer pasaje,
aborda la embarcación
y decídete a ser mi mañana,
que si de mi silencio el oleaje
a ti ha llegado,
es porque el destino, corazón,
te ha señalado,
te ha escogido de entre varias.
Quizás estás del otro lado del mundo,
quizás estás del otro lado del tiempo,
quizás el tiempo es tu mundo
y en este mundo, qui sá, soy tu tiempo.
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