(Escrito y publicado originalmente
en mis notas de Facebook
el 29 de abril de 2011;
modificado el 31 de marzo de 2015)
Antes de descender de los árboles,
Adán sufrió una grave transformación:
adquirió consciencia.
Fue consciente de dos piernas largas,
ágiles para la carrera,
fuertes para la pelea.
Fue consciente de su forma
de su miembro
del vigor
de su mirada.
Antes de descender de entre las ramas,
Adán sufrió una grave transformación:
pensó en lo largo que es el horizonte,
comparó la línea que separa cielo y tierra,
con la sutil línea por la cual asoma tu lengua,
con la inmisericorde cañada bajo tus montañas
en la que hundo y clavo mis firmes deseos
para ahogarlos en la húmeda profundidad de tu sucia perversión.
Antes de descender desde el follaje,
Adán dedicó tiempo a la contemplación;
como yo, miró su cuerpo reflejado en tus verdes pupilas,
y en ese acuoso espejo, trémulo, halló su tez áspera,
siguió cada línea del versificado torso,
comparó su volumen con los tuyos,
en su cabellera encontró ideas trenzadas a tu ansiedad,
en su glande desató los ardores
hasta preñar en el aire a su soledad.
Antes de descender de las copas del bosque
hasta tu seno y beber de tu pecho el hálito de esperanza,
Adán se recostó plácidamente bajo la sombra
de tu imagen
en silencio
y amó
sin tocar
sin besar
escuchando
atento
a cada murmullo del viento
furtivo curioso entre los dos.
Algo tengo de Adán,
algo tiene de mí Adán:
Eva compartida,
Eva entre las piernas vuelta senda
por donde comienzo mi partida
hacia el destino en tu boca
horizonte sin fin.
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