16 de marzo de 2015
Sabes...
Sabes a murmullo de pleamar.
La concha encallada entre tus farallones
musita húmedas brisas,
cuenta de las veces que te has venido
desde lo más profundo de ultramar.
Sabes...
Tus labios saben a silencios,
empeñosos silencios de mi lengua
ansiosa de escribir en tu entraña
el ardor de una mujer luna que no mengua.
Sabes...
A pesar de la edad que nos distancia
no me eres sin embargo tierra ignota,
de ningún modo eres a mi tacto extraña,
pues habiéndote tenido del olvido no eres nota.
Es posible que mañana eclipse mi palabra
y haga con tu cuerpo sombra en mi poesía.
Pero eso solo puede ser, sabes,
sí tú de nuevo accedes a ser amante,
cacofonía, gemir constante,
así como ahora en la letra, mañana,
día con día mía y mía y mía y...
En tu boca finqué mi cabeza de playa
y desde ahí organicé la incursión
tierra adentro de tus sinuosas fronteras.
Seguí la senda de tus tatuadas estrellas
y de tal modo alcancé tu azimut.
Quiero conquistarte, llegar a ser
de tus valles y montañas el colono que se asiente
en el fértil campo de tu vida,
sembrar en tu parcela mi simiente
y ser enterramiento oculto,
antiguo sueño de eternidad
bajo las dunas de tu cuerpo ardiente.
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