15 de abril de 2015
Hoy, por causa tuya,
por culpa de tu inigualable belleza,
por el efecto en mí de tu figura,
de tu sonrisa y tu mirada que me apresa,
hoy me siento espléndido.
Las letras germinan por mis poros,
florecen metáforas y se ciernen
los deseos desbordados. Mi alma reza
—como antes nunca—
para que a tus ojos algo más que versos cunda
en tu vida y sea yo
testigo y guardián amante
que la libre de toda intención aviesa.
Espléndido, el tiempo a tu lado,
en tu cercanía, me va regalando tus aromas.
La tarde me parece inquietante,
tras mostrarte a mí hoy en mi soltería,
así de dadivosa, viva poesía.
Agradezco tus sonrisas, tu paciencia tolerante.
Mira que en estos días es reconfortante
hallar en el verdor de ojos como los tuyos
la amable aceptación de la poética locura.
Espléndido sería ceñir con versos cada día,
con apasionadas líneas de besos
la indescriptible brevedad de tu cintura.
Hoy, confieso,
deseo hacerme astrónomo de mirada acariciante,
andar hasta ti la distancia,
recorrer con mis silencios
las blancas sendas de tu piel de luna,
extraviarme en el esplendor de tus montañas,
ahondar en tus astrales oquedades,
escribir mi santo y seña en las arenas de tus dunas,
clavar la triunfante bandera
y afirmar haberte conquistado
con el arte del poeta por ti iluminado.
Hoy, por causa tuya, puedo decir:
de nuevo soy poseído
por los influjos de una ah dorada
en sus formas espléndida, Artemisa musa;
en su espíritu y sin duda
rosa espléndida flor
que a mi vida un día
cierto se ha revelado
diseñadora diseñada por la mano del instante,
diosa luna: Diana esplendorosa.
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