19 de abril de 2015
Prosa poética escrita al alimón con July Frag, a partir de un reto propiciado por ella sobre la plataforma de Facebook.
El autor y su gato. De espalda al deseo. Foto: Archivo VETA Creativa. |
Me miré en la cama. A mis pies, uno de mis gatos acicalándose, repegado a mí. Moví la cámara para filmar mi costado y la cama desecha, vacía. Entonces me resultó inevitable pensar que ese espacio está reservado para tu cuerpo, para esas formas delgadas y atléticas, joviales, capaces de lanzarme cual jabalina a los confines del campo de los sueños, pero que por ahora están ausentes de mi vida, porque tú así lo quieres, porque no te animas a ser audaz y a envolverme con algo más que tus miradas y tus brazos.
Te imaginé desnuda, puesta tu rodilla abrazando mi regazo. Tú acicalando mi pecho con caricias ardientes.
Te imaginé vestida, enredados tus dedos con los míos. Enredadas tus miradas con mis sueños. Buscando entrar en ellos por el umbral entre mis labios.
Te imaginé moviéndote hambrienta, acercando tus ansias a mi piel, aupándote en mis olvidos, montada en tu furor siendo bandera ondeando en el asta de mis patrióticos y varoniles orgullos, vaciándome de amores, dejándome en el cuerpo impregnada tu humedad ardiente, libertaria.
Te imagine salada. Te imaginé dulce. Te imaginé también insípida —al fin hoy eres vacío que llena mi lecho—. Te imaginé iniciando el retador diálogo:
Tú: Puedo darte un beso, pero no sé si quiera. Puedo darte un beso, pero no respondo de las consecuencias. ¿Qué harías con él? Podría mitigar tu tristeza o hacerla más grande. ¿Y si después quisiera de vuelta mi beso?
Yo: Sin dudarlo, respetuoso de lo tuyo, te lo devolvería en la misma forma, pero tengo que confesar que me dejaría un vacío específico y enseguida te lo robaría, en el afán de que tú, así fuera por rencor, buscaras arrebatármelo de nuevo. Así, en el toma y daca, quién sabe, tal vez nuestras almas y cuerpos quedaren fundidos por el hambre de unos labios.
Tú: Y eso... Sería un gran beso, encarnado, sin vergüenza y atrevido. Sin límites y sin contornos...
Yo: Sea como sea, aun pequeño, un picorete, desencarnado, tímido y cauto. En los límites de las comisuras, contorneando tu silueta desde la barbilla hasta la Patagonia de tus deseos más arrinconados.
Tú: Sin deseo pareciera más público que bello. Con desgano, como una vida vana... La tristeza filtra muy cauta en la finura de tu comisura...
Entonces yo, así, en el lecho donde el gato se acomoda en mis tobillos para dormitar vigilante del tiempo, dando una pausa al intercambio, hago silencio... Largo silencio... Porque estos labios ahora están entre los tuyos —invisibles, intangibles, inefables— atrapados. La oportunidad de adentrar mi lengua en tu discurso hala cada una de mis palabras hacia tus entrañas. Raro modo de dejar a la imaginación preñada.
Entonces tú, como adivinando mi pensamiento arguyes: El camino es muy largo hacia las entrañas de la tierra, demasiadas cortezas y sutilezas. Un remanso de palabras privadas...
Yo: He de andar ese camino si quiero llegar a la guarida donde escondidos están tus signos. He de andar la senda que va bordeando tus metáforas, si quiero fincar en tus terrenos la casa y el hogar donde las caricias florezcan.
Tú: Siniestro beso, me despojó pudor y verso; son ajenos a mi cuerpo. Tan ajeno tu altar y bello ornamento, dejé avenir el deseo contenido: "universo"... Bocanada de gruta...
Yo: ¿Bocanada de gruta? Sí. Es ahí donde comienzo ya hasta ti mi trazada ruta, sin importarme ya las piedras que la cacofonía pueda soltar en el deslave de los afanes, con rimas importunas que asoman furtivas y queriendo imponer poesía donde debiera imperar la prosa. Donde enciendo la bengala capaz de guiarme por la oscuridad de tu desconcierto de dama y puta conforme mi paso se hace caricia que avanza, a tientas, por la piel de tu recuerdo y hacia el fondo de la caverna de tu sexo.
Entonces tu pensamiento confundió al mío, indicando: Se derritió el deseo. Aquellas huellas fueron tal cual en invierno el beso arrebatado.
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