4 de agosto de 2015
Podría decir que casi estoy completo.
Mi sueño ―o uno de ellos― aquí está
a la vista, curvilíneo, grácil,
escultural, verde, esplendoroso.
Como decían las abuelas, nunca me voy a dormir
sin haber aprendido algo nuevo, aun sin el propósito.
El mundo es vasto,
pero me encantaría recorrer ese continente tuyo,
el que vislumbra mi mirada ansiosa.
Escalar tus montañas y aferrarme a ellas
con mis manos desnudas;
siendo ansiosa caricia de vientos ululantes
rozar tu esculpido perfil,
extraviarme en tus cañadas,
anclarme en tus huecos,
fundirme con tu tierra hasta hacernos llegar
juntos hasta el cielo amantes.
Podría decir que casi estoy completo, no obstante…
Me falta naufragar en las islas de tus ojos.
Me falta abandonarme al hambre de ti
por esas extensas planicies de tu vientre, sulamita,
donde pacen mis besos deseosos e ignorantes
de que serán algún día en el altar de tu boca,
por puro amor y en confianza, corderos sacrificados.
Heme aquí en calidad de simple vigía,
oteando a lontananza, buscando la línea
la que me anuncie y me dé certeza
de saberme ―oh mi horizonte― en tu cercanía.
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