15 de agosto de 2015
En ocasiones, por no decir que a cada momento, la poesía aparece así, de pronto, donde menos se la espera.
Soy fervoroso creyente en que la poesía está, como Eso que algunos llaman Dios, en todos lados y en ninguno a la vez, que ocurre a cada instante y nunca igualmente. La poesía es sorda, ciega, muda, sin embargo dota a quien está dispuesto a abrazarla de los sonidos, la luz y los colores necesarios para darle factura.
Con relativa frecuencia me encuentro así en la calle como en las redes sociales publicaciones de esas surgidas del alma. Se distinguen en la distancia porque aun siendo opacas en su apariencia, brillan apenas son recorridas por la curiosidad. Son publicaciones con vocación de magneto, y también con vocación de imán; pues encierran las oscuras líneas de las ondas con que traza su caligrafía el universo.
Algo así hallé en el siguiente poema, que eso es más que exabrupto u ocurrencia de una amistad en Facebook, July Frag. Una amistad que llegó a mí como esas hojas extraviadas que arrastra el viento, luego de haber leído algún comentario mío aislado a la que ahora es una amistad común. Creo que así fue, si no me falla la memoria. Luego, el intercambio de letras implicó intercambio de deseos, de ardores y sueños, a pesar de la distancia o quizá precisamente por causa de la misma, gracias a la cual, a veces, las miradas, sin mirarse, se encuentran.
Originalmente escrito como prosa poética, me he tomado la libertad de reformarlo en su aspecto, para enfatizar algunos elementos desde la retórica poética misma. No para hacerlo mejor, que no puede serlo, sino para hacer, si se vale, una suerte de traducción de lector donde me permito interpretar los silencios y los nexos que adivino en hemistiquios quizá no pensados por la autora, pero que imagino como esas pausas necesarias para el cambio de ritmo cuando un hombre y una mujer se encuentran en la intimidad, para hacerse llegar uno al otro a la culminación del acto de amar tras las caricias, y devolverse, venirse desfallecidos por la gratitud final.
Es, este poema, una lección poética con la que comulgo, que no requiere más sino solo a uno posando los ojos en las letras dejándose llevar.
Una mujer...
Es una combinación inconclusa,
es una nota al aire
y gotas en las mejillas de un niño
que al secarse traen una gran sonrisa;
Es esa sutil brisa
que refresca
y tormenta
que marea.
Relámpago
que ciega
y verso
que no llega
aunque uno quiera...
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