7 de octubre de 2015
Ya te imagino entre mis brazos,
apretando mi talle con tus piernas,
¡ninfómana!; succionando ansiosa mi esencia
con esos labios inflamados, ardientes,
ahogándome en tus humedades,
adentrándome más allá de tus ojos verdes.
Te veo, te supongo, te sé, te espero
¡ninfómana!; desnudando
a la más mínima provocación
tu cuerpo y mi alma,
en cualquier lugar, tus manos inquietas,
amando ya rápido ya lento, sin pero ya
agitado hasta la muerte el corazón.
Quiero pensarte mirándome ávida de mí.
Quiero pensarte montada en mi furor.
Quiero pensarte ¡ninfómana! ¡irredenta!;
inclinada, sumisa y sin embargo dominante,
de frente, de lado, de espalda,
conduciéndome a la perdición placentera,
a extraviar mi verso con mi lengua amante
en un circular paseo que escalda vergüenzas
alrededor de tu pezón, el verbo andando
en la vaginal senda, musitando
el callado diálogo con tu sensual amor.
Ya imagino en tu surco mi cayado inserto,
haciendo de tu tierra, fértil parcela.
Tu atlético cuerpo en el mío siendo injerto.
Escarbo tu piel, excavo tu carne;
con el azadón de filosa caricia
te desarraigo, ¡mala yerba!, ¡ninfómana!
¡Prepárate! Este labrador abrirá el canal
por donde el deseo se riegue en tu entraña
Tu selva de ansias dejaré lánguida, exangüe.
Tú ya sabes cómo encontrarme.
Llámame y consumámonos
cuantas veces quieras
en las fantasías procaces,
perversas bastardas de tus afanes.
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