20 de octubre de 2015
Caminaron mis labios, una noche,
la astral senda inscrita en tu costado.
Descendí de las colinas
y me apacenté en el valle de mis ilusiones;
bebí las humedades brotantes
en las orillas del estanque
entre tus muslos amantes.
Guardo en mi memoria el rojo atuendo
y tu sonrisa y tus dispuestos ardores,
asimismo, tus lágrimas tan íntimas,
el brillo en tu mirada deseosa de amores.
“¿Nos volveremos a ver?”, preguntaste.
“Si tú quieres… Cuando tú quieras”, respondí
y pasaste de ser mero desnudo anhelo
a ser motivo de un nuevo diario día,
más que simple musa inscrita en mi poesía;
más que una joven puta con la que
fundido en el lecho mi vacío comprendí.
Alguna vez futura, lo sé, volveremos a cruzarnos
las miradas y los cuerpos, los sueños.
Tus pechos, desde entonces,
se hicieron simbólicas montañas
por las que, cual Zaratustra, mi filosofía,
en mi loco afán despeño.
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