ÓNFALE


Por alguna "extraña" razón, hoy, vinieron a mi mente dos libros del filólogo, arqueólogo y aventurero, inventor de la máquina de escribir portátil, Gutierre Tibón, lombardo nacionalizado mexicano. Dos libros que han influido fuertemente en mi labor literaria y en mi visión estética: 1) El ombligo como centro cósmico. 2) El ombligo como centro erótico, ambos editados por Fondo de Cultura Económica; y aquí uno, el más reciente, de mis poemas surgidos desde este tema.


30 de noviembre de 2015
Cómprame, mujer, y hazme tu esclavo. Cómprame
y en tu nombre venceré a los Cércopes traviesos
que a su madre no han escuchado y no temen
a Melampigo de cuyas negras posaderas se burlan.

Por mí no oirás hablar otra vez de Pásalo y Acmnón,
ni de Oíos y Euribatos, Silos y Tríbalos;
mataré a Sileo; y a Jenódoce, su hija, la destrozaré
con estas manos que prodigan caricias. Míralos…
Dormirán seducidos, unos por mis armas,
y la otra, como tú, por mi amor y mi denuedo.

Cómprame, mi amada, mi precio no tiene igual;
pues no más será suficiente y bastante,
por unos cuantos talentos
arrebatados a la luna de plata.
Vuelca sobre mí tu talego y lléname de besos,
para tenerme a tu lado en calidad de consorte amante.

Cómprame y hazme beber en tu cáliz, Ónfale,
en tu ombligo y de los pétalos de tu sensual rosa,
las embriagantes mieles del rocío
proveniente del centro de tu cuerpo,
de ese fascinante universo
que ya ay tanto ansío
aun siendo tú, por disposición divina,
con el látigo de tus profundas miradas,
azote acaso necesario, el más justo castigo,
incluso aun cuando no miento
al decirte que no son mías
las preciosas yeguas robadas a Ífito
sobre quien llevé a efecto
mi terrible y colérico acto impío
por el que hoy me hallo confundido y enfermo
con espumosa y convulsa rabia.

Cómprame precisamente por esta mi verbal labia.
Son mías y estos silencios y estas palabras,
las que en el tiempo esperan preñar tu boca
y morir en ella dulcemente pronunciadas.
Vístete con mi piel de león
que yo ceñiré mi deseo con el translúcido atavío
tras el que me seduce tu breve cintura.
Y si quisiera un sátiro sorprenderme, ¡cómo reiríamos!;
tomaría Pan en cambio puntual moquete
impreso con la fuerza de este puño mío.

Mientras no me cubra alguna zafia y venenosa túnica
regalada por razón de odiosos celos y resabios,
esclavízame atándome a tus esculpidos muslos.
Sé motivo recurrente que explique mis desvelos.
Mándame y ordéname encerrarme entre tus brazos.
Yo viviré aun con los sabrosos mendrugos
y las raciones servidas en el cuenco de tus labios.

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