11 de agosto de 2016
Soy ese oscuro sueño,
esa noche cálida que se clava
en el fondo mismo de tus ojos,
esa sombra que cobija al día
y se hace en tu cuerpo contorno de caricia.
Soy el telescopio que se adentra
entre la curvilínea lontananza,
que apunta al basamento
que a mi mundo salva,
y haciéndome en la paja de la noche
extraviado anhelo llegas tú
y te vienes estelar indicio,
pléyade que con el resto llévame a su boca
en calidad de láctea palabra.
Soy ese camello que pasa a la gloria
por el mirífico orificio de la luna
que entre tus formas cadenciosas ay
por mi sin duda aguarda
al duende que haga de ti mi fortuna.
Mientras, tú te cuadriplicas,
te bifurcas y me abres los senderos
por los cuales allegarme
de tus ansias los veneros.
En la encrucijada la duda toma curso,
se hace río negro,
me encausa por la rubia alborada,
me invita a recorrer el moruno derrotero,
pero también a perder mis dedos
entre el follaje de la castañeda ahí delante.
De cuatro amigas soy
ese fulgor en la mirada
saeta lista y entregada
para el placer universal
de una noche de verano.
Soy de todas y de ninguna.
Noche que culmina en el cuarteto.
Deseo que se escribe así, sincero.
Ay si entre los labios del nocturno
yo me hiciera verbo taciturno…
Ten por seguro, musa,
ya tu cuádruple epifanía
me va anunciando
que tal vez mi lúbrico decreto
te vaya haciendo cuatro veces mía
como a todas y ninguna.
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