10 de diciembre de 2016
Días atrás mis gatos hicieron ofrenda:
cazaron rata y la dieron a Elegua.
Abrieron así camino para nuestra felicidad.
Luego llegaste tú y, con un roce simple de manos,
comenzaste a dictarme la trama de una historia,
un cuento de amor entre humanos.
Pero aun pende de mi cuello un collar de Nos.
Cada uno cuenta la negativa añadida
en algún momento por algún probable amor.
Todo No nuevo encierra la timorata afirmación
que da cuenta de la posibilidad de hacer de nos
si te decides, un sí encadenado por la vida.
No digas no cuando en tu interior el sí palpita.
No digas sí, si tu no es nous que se intelige en el silencio.
Dijiste no a mi denuedo.
Yo lo respeto, sin que ello me obligue
a borrar la huella que dejaste en mi recuerdo
y el calor, en mis manos, de tu voluptuoso cuerpo.
Esta soledad mía está dispuesta
a romper el hilo y a que salten del collar las cuentas
y los nos que fuimos hagan de estos que somos
extraños síes dispersos en ese mundo plano
que con los sueños tú, en mí y yo, en ti, andamos.
Reza un proverbio árabe que la mujer ideal
para todo hombre ha de ser
la mitad de la edad de él más cinco.
Tienes treinta y seis.
Tengo cincuenta y tres.
Qué más se puede hacer en el hilo de cuentas
sino sumar sin restar, multiplicar sin dividir.
Nuestro amor potenciar
y así en la cuenta dar un giro al cuento.
Yo miro tus ojos, francos granos de café,
y quiero beberlos
beber mi reflejo en ellos
con toda su dicha, con toda su amargura,
endulzarlos con mis besos,
moler con ellos finamente mis ansias,
apurar el trago contenido en tu sensual figura,
leerme en los asientos de tu tierna astucia,
adivinarme en tu vida,
entre tus brazos y tus piernas lucias
siendo, sí, nos: tú, mi razón negada;
yo, tu fiel cordura entregada.
Miro tus ojos cafés y con ellos me hago cuentas,
pretendiendo engarzarme cual certeza
en la hebra de tus dudas cruentas.
En todo No hay un Sí aguardando vencer el miedo,
ese miedo que, agazapado, es
la cuenta que lastima y rompe;
en la duda, del rosario el misterio.
Me darás el sí, tal vez,
cuando el silencio anude
los cuentos que quieres que cuente
uno a uno como cuentas de un collar sin fin.
Entonces la vida misma sabrá
que tras cada No que pronuncies
mi presencia valdrá por sí.
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