A veces no puedo andar desnudo entre mis gatos.
Su curiosidad felina me inhibe.
Machos como somos todos,
en ocasiones ocurre que la testosterona nos aviva.
Es entonces cuando mis dedos asen la pluma
en afán de verter la tinta del deseo.
Pero los mininos observan al punto
con su vista penetrante y yo temo
que me corten de un zarpazo el verbo.
Puede ser que en el mejor de los casos
opten por regodearse y frotarse contra mi cuerpo
reclamando y afirmando que es suyo
toda clase de talento entre mis manos.
Si solo fueras tú la que en mis sueños ronroneara,
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