Vino hoy mi santera.
La santera vino embriagadora.
Escanció en mis ojos
su escultural, divina esencia.
Vino mi madrina,
mi cómplice, amiga, pantera
con la noche como piel
bien ajustada, como mi deseo,
ay, como mi afán se ajusta a su cadera.
Sólo verla me hizo creerme
luna derretida en su negrura.
Su felina sonrisa pudo
arrancarme de mis santos con suspiros.
Ardiente fue el beso
con que pretendí plasmarme en su mejilla.
Y pensar, oh triste de mí,
que solo me quiere
me quiere solo
como amigo de una dama soltera,
aun cuando se ha dado cuenta,
por la indiscreción de mis denuedos,
que yo la quiero sola,
que la ansío aquí a mi lado,
sola para mí, conmigo,
a ella de la que estoy enamorado.
Pero ante su negativa inicial
he de coserme los labios
para no incurrir en desvaríos,
picarme los ojos
para no mirarla, ay, sino,
sino cuando mucho y resignado de soslayo.
Es cruel conmigo mi santera,
ya me tiene entre sus manos
y aun así me quiere firme, sigiloso y distante.
Debo fingir lo que me incendia.
Hacerme enhiesto y admirable.
A sus sentidos brujos, encantamiento encomiable.
Me ha dicho que no espere
de ella nada más que no fuera
su amistad leal y sincera.
Pero es suplicio imaginarme
siendo solo y verbo, sin poder estar
entre los brazos de mi bella hechicera.
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