27 de enero de 2017
Mi cabeza está en otra parte.
Debiendo hallarse puesta sobre estas líneas tuyas,
estos contornos que acarician tu silueta,
mi cabeza está en otra parte.
Se halla imbuida, apenas tocando,
sin entrar ni abandonar
la orilla misma de tus labios,
provocando con su leve cercanía
la húmeda idea de un probable
"más, que sí, que sí te quiero"
tan fugaz como el repentino soplo
del viento anclado entre tu pecho.
Que no soy de tu gusto, tal vez,
si no lo sé lo sospecho.
Motivos hay y muchos para sufrir,
ay, la justificación de tu desprecio:
pienso, mi cabeza piensa,
que si no es causa que te lleve veinte años,
puede serlo el desgaste de los mismos en mi cuerpo;
quizá solo me estás poniendo a prueba,
en el intento por hallar el motivo
con el que argumentar
no haber conmigo leva.
Mi cabeza se halla en otra parte,
pensándote sin pensarte.
Es tu mano la que me conduce,
la que guía en el acto y acomoda mis esfuerzos
y lleva cálida mi estilo
para apresarlo en tus entrañas.
Ahí, en el caldero del tiempo,
te gusta conversar con mis silencios
resultantes de mi afán
por entender la causa de tus negativas y pretextos.
Me pusiste en la frente la etiqueta de amigo
y eso, para quien se pretende amante,
es sádica degradación y yo no quiero
conformarme con ser solo a ti aspirante.
Aun así...
Lo trato, pero no me concentro.
No consigo elaborar el inteligente enunciado
con capacidad de derruir tus resistencias.
Acepté quedarme entre tus manos,
por el tiempo que sea necesario,
firme, enhiesto, distante,
paciente, contenido,
con la esperanza y la ilusión
de serte grato en mucho más
que solo la caridad de tus santos.
Mientras tú te adentraste con tus ojos y sonrisa
en este pecho de poeta abigarrado,
mi cabeza se halla en otra parte,
soñándose cercana a tus labios
y siendo por ti, sin dudas, bien amado.
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