31 de enero de 2017
Yo no sé si me la envió Dios,
o si fue el gobierno el perspicaz
que, sabiendo al derecho y al revés mis gustos,
me la acercó hasta el andén
para atraparme en la felonía
de acosar al tiempo resbalando por su talle
en su interés de resguardarse en su derrière.
Ahí abordamos juntos el tren
de palabras que nos condujo al poema.
Letras adosadas en la palabra
acentuamos en un momento repentino
el ardor de nuestras miradas.
A sus labios asomó la ocurrencia:
"¿Quieres trabajar conmigo?",
y yo, ni tardo ni perezoso, asentí.
Hoy la gozo mientras se disfraza de adjetivo
y me califica y corrige el estilo.
Todavía no nos amamos,
pero siento que nos vamos acercando,
muy a pesar suyo,
muy al gusto mío.
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