Tengo por costumbre y hábito
escribir al menos un poema diario.
A veces, por el cariño de los signos ausentes, inspirado.
En ocasiones, conmovido por la presente ausencia
de lo que más cerca del hoy me pudiste haber provocado.
Por supuesto no es solo eso lo que escribo.
Las líneas cada día semejan rayos de sol entrando,
unas veces por la ventana, jugando con las briznas;
otras, alojándose en el recuerdo con que evoco, ay, tu bella sonrisa.
Entre prosas y versos, siempre se cuela el silencio,
como polvo ansioso de traspasar por la rendija
y adentrarse en el verbo que mis dedos hacen,
esperando sembrarlo en el surco de tus labios.
Quizá debería intitular este poema
"Palabra de ausencia", pero la ausencia no es un estado mudo
como muchos piensan. Es, sin embargo,
silencio construyendo
lo que se antoja como base de un futuro
y probable discurso.
Quizás el título podría ser "Besos silenciados",
considerando que la ausencia,
por lo menos la tuya con todo y tus santos,
me habla cada noche y día,
enunciando el verbo callado del silencio,
haciéndose murmullo en tu mirada,
cascada de caricias incitantes resbalando
con lujuriosa obstinación por la esculpida superficie
de tu atlética y ausente figura.
La ausencia de tus pasos se hace,
entre los ruidos cotidianos,
rumor que me tiene atado
al sueño ansioso más semejante
a la prenda estrecha contorneando tu cintura.
Desde tu negativa,
desde el día que trazaste distancia, amiga,
yo quedé relegado al rincón de los afectos eventuales,
guardado en ese rincón de la oficina
desde cuya ventana asoma silencioso un poeta,
ya ni libre ni esclavo,
sin tu boca ni tu cuerpo...; olvidado;
coleccionista de ausencias
acaso cosidas con hilos de palabras
que, de tan ausentes y esporádicas,
bien puede decirse que, como tú a mí,
ya difícilmente me hablan,
por lo que ya no sé si acaso es que aún vivo.
Quiero verte convertida en mi palabra;
como yo, aquí y ahora,
desnuda, expuesta, y tomarte en el rincón
y abusar de ti del modo que hacen los vulgares
cuando cuelgan de su lengua la palabra obscena.
Quiero desvirtuarte en la semántica
y cogerte conjugando nuestros afanes
de cualquier modo menos el pasivo.
La ausencia de tus pasos se hace,
entre los ruidos cotidianos,
rumor que me tiene atado
al silencio y su tedioso, insistente estribillo.
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