16 de agosto de 2016
Por virtud del maquillaje
o quizás por su defecto,
mi atención se siente atraída
hacia la duda asomada en tus pupilas.
Me avergüenza, sin embargo, y me divide
el afán por concentrarme en el deseable,
en el amable verde rasgo,
ese que quisiera sostener entre mis manos,
ese que mis dedos quisieran explorar
del modo como los sueños se adentran en la noche.
Por virtud de un gesto acertado
o tal vez ademán erróneo,
mi atención se concentra un instante prolongado
en el brillante auricular accesorio
y yo me siento de ti pendiente,
deseo vivir de tus silencios colgado
mientras mis palabras furtivas se adentran
entre los pliegues de ese verde rasgo
que te pinta cual la esperanza de mis ojos bardos.
Imposible no referirme al grande Lorca,
imposible no decirte que así, verde, yo te quiero
verde; que te quiero verde,
para llevarte al río
sin importarme si eres mozuela
y ser de ti la nocturnal barca
que en tu verde rasgo riela
cual luna entre los destellos de tu amar de verdes ansias.
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