27 de junio de 2011
A una amiga, más que amiga, tanto letra como boca para escribir el pretexto.
Pues vigilas
desde el virtual estante del ensueño,
tus aromáticas páginas,
piernas del lenguaje compartido,
atraen mi vista con su tersura colorida,
para adentrarme en sus secretos
vestidos con la media negra
de la letra estampada en el deseo,
invitándome a vertirme sin pudor y sin celo.
Formando parte de mi colección de lecturas
cobijas con historias
mis dudas y respondes
con tensión sensual
a la más sutil caricia
de mis ojos inquietos.
Envuelvo con una mano tu rostro
mientras con la otra desnudo tus ideas,
abriendo con cautela las tapas
con que cubres tu verecundia
disfrazada de discurso,
narradora, profusa descripción
que encierra todo lo que anhelo
impreso en tu piel por arte de mi enjundia.
Ya dentro de ti enlazo los capítulos
y entre tus líneas me conformo,
adopto nuevo orgullo
y, con mi dignidad erguida,
me deshago en luces de bohemia.
Con ilustración enciclopédica
me guías hasta el fin,
perdiéndome en los tiempos
y, llegado al punto,
aprietas el misterio
dejándome suspendido,
apenas rozando la comisura
de tus francesas guardas,
labios seductores los últimos
folios de un cuerpo
abandonado a esta clase de literatura
no apta más que para la noche
y quienes somos sus criaturas.
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