23 de enero de 2015
Foto: Carlos Alberto Flores |
lentamente.
Primero fueron mis manos
las inquietas exploradoras
decididas a llegar hasta la sima
y ahí encajarse anclas
en la arena de tus afanes
y hundirse, escarbando
entre la sal y el almizcle
en interés de hallar
el pozo, el fondo de tu mar,
el que me llama con su ardiente llama
para que lo incendie y estalle en furores
de oscura y ardiente humedad.
Luego fue mi boca la que se internó
en tus profundidades.
Mis labios susurraron a los tuyos
con esa lengua que tanto te incita
a decir los ayes con signos de estertores,
anuncios de muerte atrapada en la red
repleta de peces y ansiedades.
Basta que mi verbo se te adentre.
Entonces el río subterráneo,
la violenta corriente marina
llevadora de tus deseos
brotará para bautizar al tiempo.
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