15 de abril de 2015
A Diana
Cada cuándo—te pregunto, mujer—
has visto, atestiguado
a un ángel entrar por esa puerta?
A mí ni tu mirar dulce
ni tu sonrisa amable me engañan.
Eres tú, sin duda, ese ángel.
Apenas cruzaste el umbral
nuestras miradas se encontraron
y vi en tu entrada triunfal
la cercanía y posibilidad
de ser bendecido con la gloria.
Desconozco tu nombre
y aun sin saberlo poco importa,
hallo en ti la ocasión divina
de hacer desde ti estas torpes líneas,
versos aspirantes a alcanzar
cuando menos tus ojos,
fincarse en tu memoria
y hacerse, desde tu voz,
habitantes de tus labios.
Agradezco esta fortuna contradictoria,
pues sin tener lo elemental,
la vida te me allega así,
ataviada con el color del afecto,
ondeando libertad en tu cabello.
Ah si fuese el viento,
me volvería caricia
puntual arrullo de tus sueños.
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