2 de noviembre de 2015
Aupada, a horcajadas, montas mis huesos.Tu sensual movimiento ahonda mi dureza.
En tu cadera, Parca, introduzco mi amar
mientras tus huesudos dedos extraen
ay de mi vacuo pecho el corazón.
Tú, Muerte, me has declarado tu amor
y en el trance sucedió el prodigio:
el deseo fue causa del síncope
por el cual falleciste en mis brazos
mientras yo moría por tus besos.
Hincaste en mis magras carnes
la huella de tus fauces,
yo a mi vez así tu talle
y te apreté hasta la médula.
Nos matamos con ansias.
Hay hoy en nuestros labios
fundidos con la tierra
nada más que sinsabor.
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