Hoy hago ahora, aquí y así,
mi propio personal pleonásmico
mi amor marinero,
para sumarlo a esos otros
hundidos entre farallones,
recobrados de entre atolones,
coloreados por los arrecifes
y sus tramposos oleajes de ensueño.
Quiero decir, —como ese tema de Alejandry,
tan parecido al de aquel otro de España—,
que tu piel sencillamente
como el mar sabe salada;
pero eso de ti, mi Venus, a nadie extraña,
pues Poseidón bien sabe
que es tu vientre el dique
donde rompe mi ansiedad
y la humedad entre tus labios
donde hallo la ardiente frescura,
la espumosa marea de tu furor orgásmico.
Es ahí, dentro de ellos, mar adentro,
donde mi lengua encalla,
cuando mi poesía
por tu voluntad calla
y pasa a la historia el verso
como si corsario fantasma.
En este momento tener quisiera
—como aquellos, Bazán y Tejero—
el sedoso y seductor pañuelo
para hablarte, caray,
y mi celo con él dejarte;
para que luego te afanaras
e hicieras de tus brazos amarras
con los que mi cuerpo marinero
en tu bahía salada retuvieras,
mientras con tus mareas ay me amaras
y con tu boca ay haciéndote mía
entre coplas me dijeras:
«niño mío, cómo te quiero;
tan pronto al amar no te vayas,
que sin tu verde querer yo me muero».
Ah, si más allá del subjuntivo yo pudiera,
contigo en el viento me embarcaba,
al mástil de mi deseo te ataba,
mascarón de mi existencia te hacía
y, oteando cual Macaco desde tu pecho,
seguro la tierra prometida avisorara;
y, así, de mis ansias vigía,
en tus colinas a lontananza
no el fin, sino el origen del mundo anunciara:
¡He ahí el puerto presente!
donde anclar nuestra esperanza,
esa que con la distancia pica y pica
y aunque tú quieras no se te quita
por ser resabio de verde amar
con sabor salado, marinero amor.
Y es que una verdad riela como luna
en la verde mar de nuestras caricias:
tú y yo somos arena,
tiempo cernido que yace en la ribera
y apenas remueve la ostra cuando respira,
o recorre el beso cangrejo
cuando sobre tus labios se desliza,
dejando huellas de presurosas rimas,
iguales a la que es de Abraira melodía
que me pinta en tus ojos de marina
siendo velero que en tu playa viene y va
hasta dejarte ebria de luna a los ojos de Dios,
hecha el remanso donde yo hallo mi paz
y la gana cual amor marinero
al cabo solo dice al solitario adiós.
Este, amor mío, por ti es marinero
que temerario se aventura
rodeando decidido tu cintura,
desafiando tu temperamental oleaje
para perderse en el confín del mapa
con la marca donde mi tesoro
y el embriagador brebaje escondes.
Por ello navego bordeando tu costa
hasta hallar guarida tras el Bósforo
entre tus acantilados muslos de caliza.
Si yo, como el Jaramillo te cantara…
entre los escombros de recuerdos crecería,
en tu vulva ruderal sería
de amaranto diminuta, blanca, leve semilla
que el aire suave levantara
como a la vela del barco del olvido
y en él yo, especie de rancia especia,
como ahora en tu cuerpo, me embarcara,
para venirme sobre ti cual dulce carga,
dejar en tu boca esencia de vainilla,
y así embriagarme con el Pernod de tus verdes ojos
de verde amar que en la mar flotando hallara.
Es este mi amor marinero,
amor salado que viene y va.
Poema que es marea que lleva y trae
y el cual, cuando tu mirada lo vea,
entre espuma verbal tu paso envolverá.
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